lunes, 24 de agosto de 2015

DIVAGANCIAS CUÁNTICAS Y SUS APLICACIONES: “NUESTRAS EMOCIONES Y LA REALIDAD” por Carlos G. Hernández R.

BIENVENIDOS A MI BLOG
"DESDE MI GUATEQUE"
¡PRIMERO MUERTO QUE CACATÚO!
------------
-------
---
.



DIVAGANCIAS CUÁNTICAS Y SUS APLICACIONES:

"NUESTRAS EMOCIONES Y LA REALIDAD"



En el mundo cuántico, las leyes que rigen el comportamiento de las partículas más pequeñas de la materia, que son, paradójicamente, no materiales, son distintas a las leyes que rigen los cuerpos macroscópicos. Existiendo, en ese campo, una extraña condición que genera un fuerte desafío a nuestro sentido común. Condición que lleva a la ruptura de sólidos paradigmas, en los cuales siempre hemos creído. Esta condición o ley cuántica, se denomina “superposición cuántica”, que es  una característica inherente a todo lo que existe en nuestro universo y que consiste en que nada existe de manera definida, clara o precisa. Nada es lo que parece. Todo lo que existe se encuentra, realmente, en un estado de probabilidad de existir, y además, de existir de diversas maneras. Parece mística o magia, pero no lo es. Es ciencia cuántica pura. Lo que nos parece más sólido y real, solo lo es  cuando una “conciencia” entra en contacto con el “sistema” y hace que en éste se produzca un colapso de onda, lo cual le da las características de existencia, a nivel de materia, a todo aquello que habitualmente  percibimos. Es pues, la unión de la “conciencia perceptora” con el estado nebuloso de superposición cuántica, lo que genera aquello que llamamos realidad.
Es decir, cada uno de nosotros crea su propia parcela de la realidad. Eso no significa que estemos creando la realidad. A partir de la realidad, a partir de ese inmenso flujo de energía, cada uno crea su propia porción de realidad. Toda la materia es energía condensada en vibraciones de diferentes frecuencias. Todos somos energía. Todos somos una sola consciencia, experimentándonos subjetivamente a nosotros mismos.
Una de las más importantes consecuencias de los conceptos postulados por la Física Cuántica, es que nuestra diminuta conciencia no es otra cosa, sino un destello ínfimo de la Conciencia Absoluta, semejante en condición, pero infinitamente lejana en intensidad o tamaño, a la que le da origen al universo. Conciencia diminuta, en efecto, pero que, al igual que la ola —que no es otra cosa sino una manifestación del inmenso océano—, es sólo una expresión o muestra, de algo inconmensurablemente más grande: la Conciencia Absoluta o Universal que permea y sirve de sustrato a todo el universo donde existen seres con la condición particular de poseer una conciencia individual y única. Conciencia que rige nuestra conducta y nuestras emociones, así como todas nuestras manifestaciones de seres humanos.
Por definición, la adicción es un hábito de conductas, o de consumo de determinados productos, especialmente drogas, y del que no se puede prescindir o resulta muy difícil hacerlo por razones de dependencia psicológica o incluso fisiológica.  Sin embargo, creemos que debemos complementar ese concepto de la forma siguiente: La adicción es la sensación de un flujo químico que se vierte por todo el cuerpo a través de toda una variedad de órganos y glándulas endocrinas, así como del líquido medular, que, sin fuerza de voluntad, no se puede detener.
La Psicología también nos dice que las emociones son reacciones psicofisiológicas que representan modos de adaptación a ciertos estímulos del individuo cuando percibe un objeto, persona, lugar, suceso, o recuerdo importante. Las emociones también son, entre otras cosas, reacciones instintivas que nacen del instinto de conservación y aparecen cuando la persona percibe algo que puede causarle un daño grave. Son un mecanismo de supervivencia. Pero, además, las emociones son la fuerza que impulsa al desarrollo y la evolución humana.
Cuando el cerebro activa sus pensamientos, se asemeja al paisaje de un nubarrón que acompaña la tormenta,  y la fisura sináptica es equivalente a la porción de cielo que hay entre  la tormenta y la Tierra.  Vemos esa oscura nube agorera, bullendo en el cielo y vemos los impulsos eléctricos que se mueven a través de ella, cual venas de luz eléctrica que luego vemos golpear el suelo. Pues bien, el cerebro se parece mucho a ese mismo nubarrón cuando está produciendo un pensamiento coherente. Nunca hemos podido ver el pensamiento. Lo que sí hemos visto es la neurofísica que se manifiesta cuando se forma este pensamiento. Lo que vemos es como una tormenta bramando alrededor de los diferentes sectores del cerebro. Esas son áreas que están trazadas en forma muy definida en el cuerpo cerebral y a las que una persona debe responder. Áreas que son activadas por una imagen holográfica: amor, ira, odio, rencor, compasión, etc. Los expertos sostienen que el cerebro no reconoce la diferencia entre lo que ve en su medio ambiente y lo que recuerda, ya que en ambos casos, son activadas las mismas redes neuronales específicas. También sabemos que el cerebro está compuesto de minúsculas células nerviosas llamadas neuronas. Estas neuronas tienen ramas diminutas que se extienden y se conectan con otras neuronas para formar una red neuronal.  En cada lugar donde se encuentran, se incuba un pensamiento o un recuerdo.
Las neuronas son un tipo de células del sistema nervioso cuya principal función es la excitabilidad eléctrica de su membrana plasmática. Son células altamente diferenciadas y especializadas en la recepción de estímulos y conducción del impulso nervioso (en forma de potencial de acción) entre ellas o con otros sistemas celulares como, por ejemplo, las fibras musculares de la placa motora. Las neuronas presentan unas características morfológicas típicas que sustentan sus funciones: un cuerpo celular, llamado soma o Pericarión Central; una o varias prolongaciones cortas que generalmente transmiten impulsos hacia el soma celular, denominadas dendritas; y una prolongación larga, denominada axón o Cilindroeje, que conduce los impulsos desde el soma hacia otra neurona u órgano final.
Una red neuronal se define como una población de neuronas físicamente interconectadas o un grupo de neuronas aisladas que reciben señales que procesan a la manera de un circuito reconocible. La comunicación entre neuronas, que implica un proceso electroquímico, implica que, una vez que una neurona es excitada a partir de cierto umbral, ésta se despolariza transmitiendo a través de su axón una señal que excita a neuronas aledañas, y así sucesivamente. El sustento de la capacidad del sistema nervioso, por tanto, radica en dichas conexiones. En oposición a la red neuronal, se habla de circuito neuronal cuando se hace mención a neuronas que se controlan dando lugar a una retroalimentación o feedback, tal como se define en la cibernética.
El cerebro construye todos sus conceptos por la ley de la memoria asociativa. Por ejemplo: las ideas, los pensamientos y los sentimientos están todos construidos e interconectados en esta red neuronal y todos tienen una posible relación de uno con el otro. El concepto y el sentimiento del amor, por ejemplo, están almacenados en esta amplia red neuronal. Pero construimos el concepto de amor a partir  de muchas otras ideas diferentes. Podemos imaginar que algunas personas tienen el amor conectado con la desilusión. Cuando esas hipotéticas personas piensan en el amor, por lo general, experimentan el recuerdo del dolor, de la pena, del enojo, e incluso, de la ira. Así mismo, la ira puede vincularse a una herida, la que a su vez, puede vincularse a una persona, que luego se conecta de regreso con el amor. Bajo este prisma, podemos preguntarnos: ¿Cómo es la disposición de tal persona hacia el amor? Para esas personas, ¿cuál es la realidad llamada Amor?
Para el cerebro, es tan real lo que ve como lo que siente. Fabricamos nuestra realidad desde la forma en que procesamos nuestras experiencias. Es decir, mediante nuestras emociones. Nuestra mente es poderosa, y adecuadamente entrenada, hace fielmente aquello que le indicamos, ya que  es obediente, ágil, rápida y tiene una excelente memoria. Tanto es así, que puede llegar a producir efectos en el organismo con sólo imaginar o pensar en algo que podamos hacer. Veamos ahora un ejemplo que ilustra nuestras afirmaciones: Imaginemos por un momento que vamos a la cocina, abrimos la nevera y sacamos un limón, cortamos el limón, lo llevamos a nuestra boca y dejamos caer unas gotas en nuestra lengua. ¿Qué está ocurriendo? ¿Qué sentimos en la boca? ¿Qué sentimos en la parte final de nuestra lengua? ¿Hemos sentido que de inmediato aumentó el proceso de salivación en nuestra boca? ¿Nos dimos cuenta que al hacer este pequeño ejercicio mental, nuestro organismo experimentó sensaciones ya conocidas?  Pero, lo más interesante es: ¿dónde está el limón? ¡Lo hemos imaginado! Esto es una prueba de lo que podemos experimentar a diario en nuestro organismo cuando constantemente creamos y recreamos situaciones en nuestra mente.
No existe una realidad objetiva que todos podamos percibir de la misma manera, sino que percibimos el mundo a través de un filtro formado por nuestros sentidos y nuestras interpretaciones. Podemos usar otro ejemplo como ilustración:
Si en el Metro o en el autobús, por ejemplo, alguien nos observa con el ceño fruncido, podemos pensar que esa persona tiene algo contra nosotros, e interpretar esa mirada como hostil. Pero tal vez lo que sucede es que esa persona está enfadada por algo que está pensando y que nada tiene que ver con nosotros. O simplemente está concentrada en sus íntimas preocupaciones. Nosotros no jugamos ningún rol en su particular película. Pero hemos observado un suceso o acontecimiento, luego hemos usado nuestro pensamiento para hacer una interpretación y finalmente, hemos llegado a una conclusión.
Pero aún hay más. Esa conclusión a la que hemos llegado, por lo general trae emparejada una emoción que variará en función de lo que pensemos. Por ejemplo, podemos  pensar:
1.- “Tiene algo contra mí, tal vez cree que le he hecho algo que no recuerdo. Creo que quiere hacerme daño y además es más fuerte que yo”. En este caso es muy probable que la emoción que generen estos pensamientos en nuestro interior, sea miedo.
2.- “Tiene algo contra mí, tal vez le he hecho algo que no recuerdo y ahora quiere hacerme daño, así que si me busca me va a encontrar, pues yo soy más fuerte”. En ese caso la emoción generada en nuestro interior, será de hostilidad.
3.- “No sé por qué me mira así, parece enfadado conmigo, esperaré a ver qué pasa”. En este caso se produce un sentimiento de ligera preocupación y nos ponemos en guardia, sin alarmarnos demasiado.
4.- “Parece que me mira enfadado, pero no lo conozco, no hay motivos para que esté enfadado conmigo, tal vez simplemente está enfadado y tiene así el ceño todo el tiempo”. En este caso, la emoción generada en nosotros, es más bien de curiosidad.
Como vemos, el mismo suceso puede dar lugar a emociones muy diferentes según nuestra interpretación de lo sucedido. Las emociones las creamos nosotros mismos con la interpretación que hacemos de la información que recibimos. Es decir, construimos modelos de cómo vemos el mundo fuera de nosotros. Y cuanta mayor y mejor sea la cantidad de información que tengamos, más podemos refinar nuestro modelo mental. Por lo tanto, lo que hacemos en última instancia, es contarnos una historia acerca de lo que es el mundo exterior.  Cualquier información que procesamos, cualquier información que absorbemos del medio ambiente, está siempre coloreada por las experiencias que hemos tenido y por una respuesta emocional que tenemos preparada para lo que estamos asimilando
Las emociones no son buenas ni malas. Ellas están diseñadas para reforzar químicamente algo en la memoria a largo plazo. Por eso es que las tenemos. Toda emoción genera un flujo de sustancias químicas impresas de manera holográfica en nuestro cuerpo. Hay una parte del cerebro llamada Hipotálamo que actúa como una mini fábrica de productos químicos. Este es un órgano que reúne ciertas sustancias químicas que combinadas, producen ciertas emociones que experimentamos. Son sustancias peptídicas, que no son más que pequeñas secuencias de aminoácidos que combinados producen o refuerzan los estados emocionales que experimentamos diariamente. Así que hay sustancias químicas para el enojo y para la tristeza. También hay sustancias químicas para la victimización. Hay sustancias químicas para la lujuria y otras emociones. Hay una sustancia química que coincide con cada estado emocional que experimentamos. Y justo en el momento en que experimentamos ese estado emocional en nuestro cuerpo o en nuestro cerebro, ese hipotálamo reunirá inmediatamente el péptido correspondiente, que luego es liberado a través de la pituitaria en la corriente sanguínea. En el mismo instante en que el péptido en referencia llega a la corriente sanguínea,  encuentra su camino a las diferentes partes o a los diferentes centros del cuerpo. Cada una de las células del cuerpo tiene abundantes receptores en su exterior (una célula puede tener miles de receptores) tachonando su superficie, como abriéndose al mundo exterior y cuando uno de esos péptidos se encaja en un célula,  literalmente como una llave en una cerradura, se ubica en la superficie del receptor,  y se adhiere a él, y como si fuera un timbre sonando, envía una señal a la célula, donde se activa todo el proceso que ya conocemos cuando estamos sometidos a un estado emotivo.
Fisiológicamente, las células nerviosas que se activan juntas, se conectan entre sí. Si practicamos algo una y otra vez, estas células nerviosas establecen una relación a largo plazo. Si nos enojamos diariamente, si nos frustramos diariamente, si sufrimos diariamente, si damos motivos para la victimización en nuestra vida, estamos reconectando y reintegrando esa conexión neuronal diariamente. Y esa red neuronal establece ahora una conexión de largo plazo con todas esas células nerviosas relacionadas. A esta conexión se le llama una “identidad”. También sabemos que las células que no se activan juntas, no se conectan. De igual modo, a largo plazo, ellas terminan perdiendo su relación, porque cada vez que interrumpimos el proceso del pensamiento, que a su vez, produce una respuesta química en el cuerpo, esas células nerviosas, inicialmente conectadas una a la otra, también comienzan a interrumpir su relación a largo plazo. Cuando observamos los resultados de este proceso de estímulos y los efectos que producen, entonces vemos que estamos en capacidad de actuar como una persona emocional consciente y con mente física, o como una persona que responde a su ambiente como si fuera un ente automático.
Un estímulo sensorial externo (palabra, imagen, olor, gesto, etc.),  se asocia con una conducta adquirida, la que origina o refuerza a su vez, nuevos estados mentales que activan procesos cerebrales de eficiencia, rechazo, bienestar, etc.  
La química del amor, por ejemplo,  es una expresión acertada para intentar explicar, desde el punto de vista biológico, las reacciones químicas que subyacen y motivan el mundo de sensaciones que se desencadena en nuestro cuerpo cuando nos enamoramos, aunque para los más románticos sea difícil de aceptar una explicación bioquímica del amor. En el libro “Relaciones Permanentes en un Mundo Cambiante”, de este servidor, se explica que, en la cascada de reacciones que ocasionan las emociones, hay tanto manifestaciones eléctricas   —descargas de pequeño voltaje entre las neuronas para comunicarse entre ellas y comunicar unos sistemas con otros y así coordinar las respuestas a los estímulos—, como aspectos químicos de por medio —descargas nerviosas, hormonas y otras sustancias que salen de los órganos y de las glándulas, y viajan por la sangre para participar en esa comunicación entre los órganos y las células—. Ellas son las que hacen que una pasión amorosa descontrole nuestra vida y son, además, las que causan buena parte de los comportamientos que identificamos con el estado de enamoramiento
Nuestras células “se acostumbran” a recibir  estos neuropéptidos que produce el cerebro en cada una de las emociones: ira, angustia, alegría, envidia, generosidad, pesimismo, optimismo, etc.  Al acostumbrarse a ellas, se crean hábitos de pensamiento. A través de los millones de terminaciones sinápticas, nuestro cerebro está continuamente recreándose; un pensamiento o emoción crea una nueva conexión, que se refuerza cuando pensamos o sentimos “algo” en repetidas ocasiones. Así es como una persona asocia una determinada situación con una emoción. Por ejemplo: una mala experiencia en un ascensor, como quedarse encerrado, puede hacer que el objeto “ascensor” se asocie al temor a quedarse encerrado. Si no se interrumpe esa asociación, nuestro cerebro siempre podría relacionar ese pensamiento-objeto con esa emoción y reforzar esa conexión, conocida en el ámbito de la psicología como “fobia” o “miedo”.
En realidad nadie nos hace daño. Ninguna situación nos provoca malestar. Somos nosotros mismos quienes nos hacemos daño con las cosas que pensamos. Si algo nos afecta, es porque tenemos una interpretación negativa interior, y aunque no seamos conscientes de ella, siempre la  tendremos con nosotros. Si somos capaces de detectar la evaluación negativa que hacemos y la cambiamos, nuestras emociones también cambiarán. Entrar en la estructura del pensamiento es una herramienta muy valiosa para cambiar las emociones, porque primero viene el pensamiento y dependiendo de cómo sea éste, así será después la emoción. Debemos eliminar las adicciones en nuestra vida. Para ello, la clave es tener controladas nuestras emociones. Nuestra opción está en hacer conscientes esas interpretaciones internas, y trabajar en ellas cada vez que recibamos información relacionada con la emoción en referencia.   
Tomemos como ejemplo la acción de una de las drogas adictivas más conocidas como es la heroína. Tras ser inyectada en el torrente sanguíneo, la sustancia se acopla a los receptores opiáceos de las células. —Estos son los mismos receptores diseñados biológicamente para recibir la endorfina, un tipo de neuropéptido producido por la glándula pituitaria y el hipotálamo en los seres vertebrados durante el ejercicio físico, la excitación, el dolor, el consumo de alimentos picantes o el consumo de chocolate, el enamoramiento y el orgasmo, y además, son similares a los opiáceos en su efecto analgésico y de sensación de bienestar—. Si en vez de recibir endorfinas, la célula recibe constantemente heroína, se hace adicta a la droga.
De una forma similar, las emociones estimulan la producción de péptidos o moléculas de la emoción, que se acoplan a las células ya que éstas poseen los receptores adecuados para recibirla. Con el uso repetido de la misma emoción, ocurre lo mismo que con el uso repetido de la heroína: los receptores opiáceos del cuerpo empiezan a esperar, e incluso a anhelar, ese péptido en particular y el cuerpo se hace adicto a esa emoción. Esto puede aplicarse a cualquier emoción (o droga) que causa adicción física en los seres humanos.
La Dra. Candace Pert, neurocientífica y farmacóloga estadounidense, descubridora del receptor opioide, lugares de unión estereoespecíficos saturables para los opioides y drogas afines, sostiene que lo que pensamos tiene una enorme influencia sobre nuestra salud: “La mente, las ideas y las emociones afectan a nuestras moléculas, a nuestra salud física, mucho más de lo que se creía”.  “La mente no domina al cuerpo, sino que se convierte en cuerpo. Cuerpo y mente son una sola cosa"
  A mediados de los años ochenta, un grupo de investigadores liderados por la Dra. Pert, descubrió que un grupo de péptidos (derivados proteínicos) son los mensajeros moleculares que facilitan la comunicación entre los sistemas nervioso, inmunológico y endocrino. Es decir, estos mensajeros conectan tres sistemas distintos en una sola red.
Siempre se había considerado que esos tres sistemas están separados y tienen funciones distintas. El sistema nervioso constituido por el cerebro y una red de células nerviosas, es la sede de la memoria, del pensamiento, de la sensibilidad corporal y de la emoción. El sistema endocrino, constituido por las glándulas y sus secreciones hormonales, controla e integra, como principal sistema regulador del cuerpo, diversas funciones corporales. El sistema inmunológico, constituido por el bazo, la médula ósea, los ganglios linfáticos y las células inmunológicas, es el sistema de defensa del cuerpo, responsable de la integridad de las células, de los tejidos y de los órganos.
  Las investigaciones de la Dra. Pert han demostrado que estas separaciones conceptuales ya no pueden mantenerse con una única red psicosomática. Los péptidos constituyen una familia de sesenta a setenta macromoléculas que tradicionalmente recibían distintos nombres: hormonas, neurotransmisores, endorfinas, factores de crecimiento etc. Actualmente se considera que en realidad forman una sola familia de mensajeros moleculares.  Estos mensajeros son cadenas cortas de aminoácidos que se fijan a receptores específicos situados abundantemente en las superficies de todas las células del cuerpo.
   Al unir los tres sistemas en una misma red, los péptidos son los mensajeros que circulan libremente por esta red alcanzando todos los rincones del organismo. Se transforman así en la manifestación bioquímica de la memoria, del pensamiento, de la sensibilidad corporal, de la emoción, de los niveles hormonales, de la capacidad defensiva, de la integridad de células, tejidos y órganos.
 Todas las partes del cuerpo y de la mente "saben" lo que está pasando en todas las demás partes del cuerpo y de la mente. Es un sistema de información integrado.
  Pero no es sólo eso. Los siguientes descubrimientos ampliaron aún más el concepto y la función de los péptidos. Resultó que las hormonas, supuestamente producidas en exclusividad por las glándulas, son péptidos que también se producen y se almenan en el cerebro.
 Un tipo de neurotransmisores llamados endorfinas, que, según se pensaba, eran producidas solamente en el cerebro, son péptidos y también son fabricados por las células inmunológicas. Se siguieron identificando más y más receptores de péptidos y se vio que prácticamente cualquier péptido conocido es producido en el cerebro y en varias partes del cuerpo simultáneamente.
  En palabras de Candace Pert:
"Ya no puedo hacer una distinción tajante entre cerebro y cuerpo".
Entre los varios trabajos importantes del equipo de la Dra. Pert, está el descubrimiento de que los péptidos son la manifestación bioquímica de las emociones. La mayoría de los péptidos, si no todos, alteran la conducta y los estados de ánimo, de tal manera que cada péptido puede evocar un tono emocional único.
 Los péptidos constituyen el lenguaje bioquímico universal de las emociones. El área cerebral relacionada con las emociones es el sistema límbico.
  El sistema límbico se encuentra muy enriquecido con péptidos, pero no es la única zona corporal rica en péptidos. La totalidad del intestino también está recubierto con receptores de péptidos. Por eso ocurre lo que de forma coloquial se llama "sentir con las tripas". Literalmente sentimos nuestras emociones con el intestino.
Existen variados estados emocionales destructivos y sus características son: las mismas situaciones una y otra vez; incapacidad para cambiar; sentirse impotente para crear algo nuevo;  ansias profundas de ciertas respuestas emocionales; tratar de convencernos a nosotros mismos que nunca haremos algo otra vez y hacerlo luego, poco tiempo después.
Los especialistas en Desarrollo Personal, insisten en que la clave para mejorar nuestro crecimiento y desarrollo personal, reside en la creación de nuevas redes neuronales, las cuales son el soporte en donde se almacenan nuestras creencias y recuerdos, y a partir de los cuales la mente subconsciente elabora nuestras respuestas para interactuar con el medio. Ya sabemos que una red neuronal es básicamente la estructura que se forma como resultado de la conexión entre células cerebrales o neuronas. Insistimos: el propósito de dicha conexión, es el de almacenar información proveniente del exterior o de nuestros propios pensamientos.
Está comprobado científicamente que varias redes neuronales compiten entre sí para desarrollar una determinada tarea y esta es la razón por la que, cuando intentamos crear un nuevo hábito o costumbre, podemos caer fácilmente en el hábito antiguo. Por ejemplo, alguien que se ha propuesto bajar de peso, decide ingerir sólo alimentos de bajo contenido en calorías. Sin embargo, esa persona puede caer fácilmente en la tentación de interrumpir ese propósito, porque las redes neuronales que producen el viejo hábito, son más fuertes que las nuevas que se quieren establecer. Para que las nuevas redes neuronales puedan competir favorablemente con las viejas redes, es necesario que alcancen una determinada masa crítica, es decir un tamaño adecuado, a partir del cual su fuerza sea mayor que la de la red ya establecida. Para alcanzar esa masa crítica, se requiere utilizar todos los medios disponibles.
Entre los medios disponibles para hacer crecer rápidamente una red neuronal, el más poderoso, sin duda, es la memoria implícita (memoria no consciente) la cual se produce al ejecutar una acción. Mediante este proceso  —aseguran los expertos en el tema—, podemos aprender y fijar la mayor parte de lo que ahora somos.
La memoria implícita se crea de manera subconsciente en nuestro cerebro a través de la acción y la repetición. Ello significa que para alcanzar el desarrollo personal, no es suficiente con adquirir nuevos conocimientos de manera consciente. La vía rápida para el desarrollo, es la adquisición de nuevos conocimientos de manera subconsciente. Esto se debe a que el módulo de la consciencia solo controla una pequeña parte de nuestro cerebro (algunos señalan el 2 %)  y en contra parte, la mente subconsciente representa casi la totalidad del cerebro, (el 98 % del área cerebral).
Los especialistas aseguran que los hábitos se crean a partir de la repetición constante y continua de  la acción que nos permitirá adquirir la nueva  conducta, o conocimiento deseado. La función de la consciencia, consiste en vigilar que ejecutemos esa acción, pero el mayor trabajo le corresponde a la mente subconsciente. Visto lo anterior, se puede afirmar, que el desarrollo personal tiene que ver más con la constancia que con la consciencia. La función de la consciencia es elegir y vigilar los nuevos hábitos, pero la creación de estos, se hace de manera subconsciente en su mayor parte. El desarrollo de este tema será material para otro trabajo. Por ahora, lo dejaremos hasta aquí.
El texto anterior ha sido extraído del libro "DIVAGANCIAS CUÁNTICAS", de este mismo autor y el cual puede ser adquirido a través de Amazon. com




















No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Hola! Le agradezco profundamente su amable comentario. Tiene la libertad de escribir lo que desee, siempre que lo haga con el debido respeto y consideración. Muchas gracias