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"DESDE MI GUATEQUE"
¡PRIMERO MUERTO QUE CACATÚO!
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DIVAGANCIAS CUÁNTICAS Y SUS APLICACIONES:
"NUESTRAS EMOCIONES Y LA REALIDAD"
En
el mundo cuántico, las leyes que rigen el comportamiento de las partículas más
pequeñas de la materia, que son, paradójicamente, no materiales, son distintas
a las leyes que rigen los cuerpos macroscópicos. Existiendo, en ese campo, una
extraña condición que genera un fuerte desafío a nuestro sentido común.
Condición que lleva a la ruptura de sólidos paradigmas, en los cuales siempre
hemos creído. Esta condición o ley cuántica, se denomina “superposición
cuántica”, que es una característica
inherente a todo lo que existe en nuestro universo y que consiste en que nada
existe de manera definida, clara o precisa. Nada es lo que parece. Todo lo que
existe se encuentra, realmente, en un estado de probabilidad de existir, y
además, de existir de diversas maneras. Parece mística o magia, pero no lo es.
Es ciencia cuántica pura. Lo que nos parece más sólido y real, solo lo es cuando una “conciencia” entra en contacto con
el “sistema” y hace que en éste se produzca un colapso de onda, lo cual le da
las características de existencia, a nivel de materia, a todo aquello que
habitualmente percibimos. Es pues, la
unión de la “conciencia perceptora” con el estado nebuloso de superposición
cuántica, lo que genera aquello que llamamos realidad.
Es
decir, cada uno de nosotros crea su propia parcela de la realidad. Eso no
significa que estemos creando la realidad. A partir de la realidad, a partir de
ese inmenso flujo de energía, cada uno crea su propia porción de realidad. Toda
la materia es energía condensada en vibraciones de diferentes frecuencias.
Todos somos energía. Todos somos una sola consciencia, experimentándonos subjetivamente
a nosotros mismos.
Una
de las más importantes consecuencias de los conceptos postulados por la Física
Cuántica, es que nuestra diminuta conciencia no es otra cosa, sino un destello
ínfimo de la Conciencia Absoluta, semejante en condición, pero infinitamente
lejana en intensidad o tamaño, a la que le da origen al universo. Conciencia
diminuta, en efecto, pero que, al igual que la ola —que no es otra cosa sino
una manifestación del inmenso océano—, es sólo una expresión o muestra, de algo
inconmensurablemente más grande: la Conciencia Absoluta o Universal que permea
y sirve de sustrato a todo el universo donde existen seres con la condición
particular de poseer una conciencia individual y única. Conciencia que rige
nuestra conducta y nuestras emociones, así como todas nuestras manifestaciones de
seres humanos.
Por
definición, la adicción es un hábito de conductas, o de consumo de determinados
productos, especialmente drogas, y del que no se puede prescindir o resulta muy
difícil hacerlo por razones de dependencia psicológica o incluso
fisiológica. Sin embargo, creemos que
debemos complementar ese concepto de la forma siguiente: La adicción es la
sensación de un flujo químico que se vierte por todo el cuerpo a través de toda
una variedad de órganos y glándulas endocrinas, así como del líquido medular,
que, sin fuerza de voluntad, no se puede detener.
La
Psicología también nos dice que las emociones son reacciones psicofisiológicas
que representan modos de adaptación a ciertos estímulos del individuo cuando
percibe un objeto, persona, lugar, suceso, o recuerdo importante. Las emociones
también son, entre otras cosas, reacciones instintivas que nacen del instinto
de conservación y aparecen cuando la persona percibe algo que puede causarle un
daño grave. Son un mecanismo de supervivencia. Pero, además, las emociones son
la fuerza que impulsa al desarrollo y la evolución humana.
Cuando
el cerebro activa sus pensamientos, se asemeja al paisaje de un nubarrón que acompaña
la tormenta, y la fisura sináptica es
equivalente a la porción de cielo que hay entre
la tormenta y la Tierra. Vemos
esa oscura nube agorera, bullendo en el cielo y vemos los impulsos eléctricos que
se mueven a través de ella, cual venas de luz eléctrica que luego vemos golpear
el suelo. Pues bien, el cerebro se parece mucho a ese mismo nubarrón cuando
está produciendo un pensamiento coherente. Nunca hemos podido ver el
pensamiento. Lo que sí hemos visto es la neurofísica que se manifiesta cuando
se forma este pensamiento. Lo que vemos es como una tormenta bramando alrededor
de los diferentes sectores del cerebro. Esas son áreas que están trazadas en forma
muy definida en el cuerpo cerebral y a las que una persona debe responder.
Áreas que son activadas por una imagen holográfica: amor, ira, odio, rencor, compasión,
etc. Los expertos sostienen que el cerebro no reconoce la diferencia entre lo
que ve en su medio ambiente y lo que recuerda, ya que en ambos casos, son
activadas las mismas redes neuronales específicas. También sabemos que el
cerebro está compuesto de minúsculas células nerviosas llamadas neuronas. Estas
neuronas tienen ramas diminutas que se extienden y se conectan con otras
neuronas para formar una red neuronal.
En cada lugar donde se encuentran, se incuba un pensamiento o un
recuerdo.
Las
neuronas son un tipo de células del sistema nervioso cuya principal función es
la excitabilidad eléctrica de su membrana plasmática. Son células altamente
diferenciadas y especializadas en la recepción de estímulos y conducción del
impulso nervioso (en forma de potencial de acción) entre ellas o con otros
sistemas celulares como, por ejemplo, las fibras musculares de la placa motora.
Las neuronas presentan unas características morfológicas típicas que sustentan
sus funciones: un cuerpo celular, llamado soma o Pericarión Central; una o
varias prolongaciones cortas que generalmente transmiten impulsos hacia el soma
celular, denominadas dendritas; y una prolongación larga, denominada axón o
Cilindroeje, que conduce los impulsos desde el soma hacia otra neurona u órgano
final.
Una
red neuronal se define como una población de neuronas físicamente
interconectadas o un grupo de neuronas aisladas que reciben señales que
procesan a la manera de un circuito reconocible. La comunicación entre
neuronas, que implica un proceso electroquímico, implica que, una vez que una
neurona es excitada a partir de cierto umbral, ésta se despolariza
transmitiendo a través de su axón una señal que excita a neuronas aledañas, y
así sucesivamente. El sustento de la capacidad del sistema nervioso, por tanto,
radica en dichas conexiones. En oposición a la red neuronal, se habla de
circuito neuronal cuando se hace mención a neuronas que se controlan dando
lugar a una retroalimentación o feedback, tal como se define en la cibernética.
El
cerebro construye todos sus conceptos por la ley de la memoria asociativa. Por
ejemplo: las ideas, los pensamientos y los sentimientos están todos construidos
e interconectados en esta red neuronal y todos tienen una posible relación de
uno con el otro. El concepto y el sentimiento del amor, por ejemplo, están
almacenados en esta amplia red neuronal. Pero construimos el concepto de amor a
partir de muchas otras ideas diferentes.
Podemos imaginar que algunas personas tienen el amor conectado con la
desilusión. Cuando esas hipotéticas personas piensan en el amor, por lo general,
experimentan el recuerdo del dolor, de la pena, del enojo, e incluso, de la ira.
Así mismo, la ira puede vincularse a una herida, la que a su vez, puede
vincularse a una persona, que luego se conecta de regreso con el amor. Bajo
este prisma, podemos preguntarnos: ¿Cómo es la disposición de tal persona hacia
el amor? Para esas personas, ¿cuál es la realidad llamada Amor?
Para
el cerebro, es tan real lo que ve como lo que siente. Fabricamos nuestra
realidad desde la forma en que procesamos nuestras experiencias. Es decir,
mediante nuestras emociones. Nuestra mente es poderosa, y adecuadamente entrenada,
hace fielmente aquello que le indicamos, ya que
es obediente, ágil, rápida y tiene una excelente memoria. Tanto es así,
que puede llegar a producir efectos en el organismo con sólo imaginar o pensar
en algo que podamos hacer. Veamos ahora un ejemplo que ilustra nuestras
afirmaciones: Imaginemos por un momento que vamos a la cocina, abrimos la
nevera y sacamos un limón, cortamos el limón, lo llevamos a nuestra boca y dejamos
caer unas gotas en nuestra lengua. ¿Qué está ocurriendo? ¿Qué sentimos en la
boca? ¿Qué sentimos en la parte final de nuestra lengua? ¿Hemos sentido que de
inmediato aumentó el proceso de salivación en nuestra boca? ¿Nos dimos cuenta
que al hacer este pequeño ejercicio mental, nuestro organismo experimentó
sensaciones ya conocidas? Pero, lo más
interesante es: ¿dónde está el limón? ¡Lo hemos imaginado! Esto es una prueba
de lo que podemos experimentar a diario en nuestro organismo cuando
constantemente creamos y recreamos situaciones en nuestra mente.
No
existe una realidad objetiva que todos podamos percibir de la misma manera,
sino que percibimos el mundo a través de un filtro formado por nuestros
sentidos y nuestras interpretaciones. Podemos usar otro ejemplo como
ilustración:
Si
en el Metro o en el autobús, por ejemplo, alguien nos observa con el ceño
fruncido, podemos pensar que esa persona tiene algo contra nosotros, e
interpretar esa mirada como hostil. Pero tal vez lo que sucede es que esa
persona está enfadada por algo que está pensando y que nada tiene que ver con
nosotros. O simplemente está concentrada en sus íntimas preocupaciones.
Nosotros no jugamos ningún rol en su particular película. Pero hemos observado
un suceso o acontecimiento, luego hemos usado nuestro pensamiento para hacer
una interpretación y finalmente, hemos llegado a una conclusión.
Pero
aún hay más. Esa conclusión a la que hemos llegado, por lo general trae
emparejada una emoción que variará en función de lo que pensemos. Por ejemplo,
podemos pensar:
1.-
“Tiene algo contra mí, tal vez cree que le he hecho algo que no recuerdo. Creo
que quiere hacerme daño y además es más fuerte que yo”. En este caso es muy
probable que la emoción que generen estos pensamientos en nuestro interior, sea
miedo.
2.-
“Tiene algo contra mí, tal vez le he hecho algo que no recuerdo y ahora quiere
hacerme daño, así que si me busca me va a encontrar, pues yo soy más fuerte”.
En ese caso la emoción generada en nuestro interior, será de hostilidad.
3.-
“No sé por qué me mira así, parece enfadado conmigo, esperaré a ver qué pasa”.
En este caso se produce un sentimiento de ligera preocupación y nos ponemos en
guardia, sin alarmarnos demasiado.
4.-
“Parece que me mira enfadado, pero no lo conozco, no hay motivos para que esté
enfadado conmigo, tal vez simplemente está enfadado y tiene así el ceño todo el
tiempo”. En este caso, la emoción generada en nosotros, es más bien de
curiosidad.
Como
vemos, el mismo suceso puede dar lugar a emociones muy diferentes según nuestra
interpretación de lo sucedido. Las emociones las creamos nosotros mismos con la
interpretación que hacemos de la información que recibimos. Es decir, construimos
modelos de cómo vemos el mundo fuera de nosotros. Y cuanta mayor y mejor sea la
cantidad de información que tengamos, más podemos refinar nuestro modelo mental.
Por lo tanto, lo que hacemos en última instancia, es contarnos una historia
acerca de lo que es el mundo exterior.
Cualquier información que procesamos, cualquier información que absorbemos
del medio ambiente, está siempre coloreada por las experiencias que hemos tenido
y por una respuesta emocional que tenemos preparada para lo que estamos asimilando
Las
emociones no son buenas ni malas. Ellas están diseñadas para reforzar
químicamente algo en la memoria a largo plazo. Por eso es que las tenemos. Toda
emoción genera un flujo de sustancias químicas impresas de manera holográfica
en nuestro cuerpo. Hay una parte del cerebro llamada Hipotálamo que actúa como
una mini fábrica de productos químicos. Este es un órgano que reúne ciertas sustancias
químicas que combinadas, producen ciertas emociones que experimentamos. Son
sustancias peptídicas, que no son más que pequeñas secuencias de aminoácidos
que combinados producen o refuerzan los estados emocionales que experimentamos
diariamente. Así que hay sustancias químicas para el enojo y para la tristeza.
También hay sustancias químicas para la victimización. Hay sustancias químicas
para la lujuria y otras emociones. Hay una sustancia química que coincide con
cada estado emocional que experimentamos. Y justo en el momento en que experimentamos
ese estado emocional en nuestro cuerpo o en nuestro cerebro, ese hipotálamo
reunirá inmediatamente el péptido correspondiente, que luego es liberado a
través de la pituitaria en la corriente sanguínea. En el mismo instante en que
el péptido en referencia llega a la corriente sanguínea, encuentra su camino a las diferentes partes o
a los diferentes centros del cuerpo. Cada una de las células del cuerpo tiene
abundantes receptores en su exterior (una célula puede tener miles de
receptores) tachonando su superficie, como abriéndose al mundo exterior y
cuando uno de esos péptidos se encaja en un célula, literalmente como una llave en una cerradura,
se ubica en la superficie del receptor, y se adhiere a él, y como si fuera un timbre
sonando, envía una señal a la célula, donde se activa todo el proceso que ya
conocemos cuando estamos sometidos a un estado emotivo.
Fisiológicamente,
las células nerviosas que se activan juntas, se conectan entre sí. Si
practicamos algo una y otra vez, estas células nerviosas establecen una
relación a largo plazo. Si nos enojamos diariamente, si nos frustramos
diariamente, si sufrimos diariamente, si damos motivos para la victimización en
nuestra vida, estamos reconectando y reintegrando esa conexión neuronal diariamente.
Y esa red neuronal establece ahora una conexión de largo plazo con todas esas
células nerviosas relacionadas. A esta conexión se le llama una “identidad”.
También sabemos que las células que no se activan juntas, no se conectan. De
igual modo, a largo plazo, ellas terminan perdiendo su relación, porque cada
vez que interrumpimos el proceso del pensamiento, que a su vez, produce una
respuesta química en el cuerpo, esas células nerviosas, inicialmente conectadas
una a la otra, también comienzan a interrumpir su relación a largo plazo.
Cuando observamos los resultados de este proceso de estímulos y los efectos que
producen, entonces vemos que estamos en capacidad de actuar como una persona
emocional consciente y con mente física, o como una persona que responde a su
ambiente como si fuera un ente automático.
Un
estímulo sensorial externo (palabra, imagen, olor, gesto, etc.), se asocia con una conducta adquirida, la que
origina o refuerza a su vez, nuevos estados mentales que activan procesos
cerebrales de eficiencia, rechazo, bienestar, etc.
La
química del amor, por ejemplo, es una
expresión acertada para intentar explicar, desde el punto de vista biológico,
las reacciones químicas que subyacen y motivan el mundo de sensaciones que se desencadena
en nuestro cuerpo cuando nos enamoramos, aunque para los más románticos sea difícil
de aceptar una explicación bioquímica del amor. En el libro “Relaciones
Permanentes en un Mundo Cambiante”, de este servidor, se explica que, en la
cascada de reacciones que ocasionan las emociones, hay tanto manifestaciones
eléctricas —descargas de pequeño
voltaje entre las neuronas para comunicarse entre ellas y comunicar unos sistemas
con otros y así coordinar las respuestas a los estímulos—, como aspectos
químicos de por medio —descargas nerviosas, hormonas y otras sustancias que
salen de los órganos y de las glándulas, y viajan por la sangre para participar
en esa comunicación entre los órganos y las células—. Ellas son las que hacen
que una pasión amorosa descontrole nuestra vida y son, además, las que causan
buena parte de los comportamientos que identificamos con el estado de
enamoramiento
Nuestras
células “se acostumbran” a recibir estos
neuropéptidos que produce el cerebro en cada una de las emociones: ira,
angustia, alegría, envidia, generosidad, pesimismo, optimismo, etc. Al acostumbrarse a ellas, se crean hábitos de
pensamiento. A través de los millones de terminaciones sinápticas, nuestro
cerebro está continuamente recreándose; un pensamiento o emoción crea una nueva
conexión, que se refuerza cuando pensamos o sentimos “algo” en repetidas
ocasiones. Así es como una persona asocia una determinada situación con una
emoción. Por ejemplo: una mala experiencia en un ascensor, como quedarse
encerrado, puede hacer que el objeto “ascensor” se asocie al temor a quedarse
encerrado. Si no se interrumpe esa asociación, nuestro cerebro siempre podría
relacionar ese pensamiento-objeto con esa emoción y reforzar esa conexión,
conocida en el ámbito de la psicología como “fobia” o “miedo”.
En
realidad nadie nos hace daño. Ninguna situación nos provoca malestar. Somos
nosotros mismos quienes nos hacemos daño con las cosas que pensamos. Si algo
nos afecta, es porque tenemos una interpretación negativa interior, y aunque no
seamos conscientes de ella, siempre la
tendremos con nosotros. Si somos capaces de detectar la evaluación
negativa que hacemos y la cambiamos, nuestras emociones también cambiarán.
Entrar en la estructura del pensamiento es una herramienta muy valiosa para
cambiar las emociones, porque primero viene el pensamiento y dependiendo de
cómo sea éste, así será después la emoción. Debemos eliminar las adicciones en
nuestra vida. Para ello, la clave es tener controladas nuestras emociones.
Nuestra opción está en hacer conscientes esas interpretaciones internas, y
trabajar en ellas cada vez que recibamos información relacionada con la emoción
en referencia.
Tomemos
como ejemplo la acción de una de las drogas adictivas más conocidas como es la
heroína. Tras ser inyectada en el torrente sanguíneo, la sustancia se acopla a
los receptores opiáceos de las células. —Estos son los mismos receptores
diseñados biológicamente para recibir la endorfina, un tipo de neuropéptido
producido por la glándula pituitaria y el hipotálamo en los seres vertebrados
durante el ejercicio físico, la excitación, el dolor, el consumo de alimentos
picantes o el consumo de chocolate, el enamoramiento y el orgasmo, y además, son
similares a los opiáceos en su efecto analgésico y de sensación de bienestar—.
Si en vez de recibir endorfinas, la célula recibe constantemente heroína, se
hace adicta a la droga.
De
una forma similar, las emociones estimulan la producción de péptidos o
moléculas de la emoción, que se acoplan a las células ya que éstas poseen los
receptores adecuados para recibirla. Con el uso repetido de la misma emoción,
ocurre lo mismo que con el uso repetido de la heroína: los receptores opiáceos
del cuerpo empiezan a esperar, e incluso a anhelar, ese péptido en particular y
el cuerpo se hace adicto a esa emoción. Esto puede aplicarse a cualquier
emoción (o droga) que causa adicción física en los seres humanos.
La
Dra. Candace Pert, neurocientífica y farmacóloga estadounidense, descubridora
del receptor opioide, lugares de unión estereoespecíficos saturables para los
opioides y drogas afines, sostiene que lo que pensamos tiene una enorme
influencia sobre nuestra salud: “La
mente, las ideas y las emociones afectan a nuestras moléculas, a nuestra salud
física, mucho más de lo que se creía”.
“La mente no domina al cuerpo, sino que se convierte en cuerpo. Cuerpo y
mente son una sola cosa"
A mediados de los años ochenta, un grupo de
investigadores liderados por la Dra. Pert, descubrió que un grupo de péptidos
(derivados proteínicos) son los mensajeros moleculares que facilitan la
comunicación entre los sistemas nervioso, inmunológico y endocrino. Es decir,
estos mensajeros conectan tres sistemas distintos en una sola red.
Siempre
se había considerado que esos tres sistemas están separados y tienen funciones
distintas. El sistema nervioso constituido por el cerebro y una red de células
nerviosas, es la sede de la memoria, del pensamiento, de la sensibilidad
corporal y de la emoción. El sistema endocrino, constituido por las glándulas y
sus secreciones hormonales, controla e integra, como principal sistema
regulador del cuerpo, diversas funciones corporales. El sistema inmunológico,
constituido por el bazo, la médula ósea, los ganglios linfáticos y las células
inmunológicas, es el sistema de defensa del cuerpo, responsable de la
integridad de las células, de los tejidos y de los órganos.
Las investigaciones de la Dra. Pert han
demostrado que estas separaciones conceptuales ya no pueden mantenerse con una
única red psicosomática. Los péptidos constituyen una familia de sesenta a
setenta macromoléculas que tradicionalmente recibían distintos nombres:
hormonas, neurotransmisores, endorfinas, factores de crecimiento etc.
Actualmente se considera que en realidad forman una sola familia de mensajeros
moleculares. Estos mensajeros son
cadenas cortas de aminoácidos que se fijan a receptores específicos situados
abundantemente en las superficies de todas las células del cuerpo.
Al unir los tres sistemas en una misma red,
los péptidos son los mensajeros que circulan libremente por esta red alcanzando
todos los rincones del organismo. Se transforman así en la manifestación
bioquímica de la memoria, del pensamiento, de la sensibilidad corporal, de la
emoción, de los niveles hormonales, de la capacidad defensiva, de la integridad
de células, tejidos y órganos.
Todas las partes del cuerpo y de la mente
"saben" lo que está pasando en todas las demás partes del cuerpo y de
la mente. Es un sistema de información integrado.
Pero no es sólo eso. Los siguientes
descubrimientos ampliaron aún más el concepto y la función de los péptidos.
Resultó que las hormonas, supuestamente producidas en exclusividad por las
glándulas, son péptidos que también se producen y se almenan en el cerebro.
Un tipo de neurotransmisores llamados endorfinas,
que, según se pensaba, eran producidas solamente en el cerebro, son péptidos y
también son fabricados por las células inmunológicas. Se siguieron
identificando más y más receptores de péptidos y se vio que prácticamente
cualquier péptido conocido es producido en el cerebro y en varias partes del
cuerpo simultáneamente.
En palabras de Candace Pert:
"Ya no puedo hacer una
distinción tajante entre cerebro y cuerpo".
Entre
los varios trabajos importantes del equipo de la Dra. Pert, está el descubrimiento
de que los péptidos son la manifestación bioquímica de las emociones. La
mayoría de los péptidos, si no todos, alteran la conducta y los estados de
ánimo, de tal manera que cada péptido puede evocar un tono emocional único.
Los péptidos constituyen el lenguaje
bioquímico universal de las emociones. El área cerebral relacionada con las
emociones es el sistema límbico.
El sistema límbico se encuentra muy
enriquecido con péptidos, pero no es la única zona corporal rica en péptidos.
La totalidad del intestino también está recubierto con receptores de péptidos.
Por eso ocurre lo que de forma coloquial se llama "sentir con las
tripas". Literalmente sentimos nuestras emociones con el intestino.
Existen
variados estados emocionales destructivos y sus características son: las mismas
situaciones una y otra vez; incapacidad para cambiar; sentirse impotente para
crear algo nuevo; ansias profundas de
ciertas respuestas emocionales; tratar de convencernos a nosotros mismos que
nunca haremos algo otra vez y hacerlo luego, poco tiempo después.
Los
especialistas en Desarrollo Personal, insisten en que la clave para mejorar nuestro
crecimiento y desarrollo personal, reside en la creación de nuevas redes
neuronales, las cuales son el soporte en donde se almacenan nuestras creencias
y recuerdos, y a partir de los cuales la mente subconsciente elabora nuestras
respuestas para interactuar con el medio. Ya sabemos que una red neuronal es
básicamente la estructura que se forma como resultado de la conexión entre
células cerebrales o neuronas. Insistimos: el propósito de dicha conexión, es
el de almacenar información proveniente del exterior o de nuestros propios
pensamientos.
Está
comprobado científicamente que varias redes neuronales compiten entre sí para
desarrollar una determinada tarea y esta es la razón por la que, cuando
intentamos crear un nuevo hábito o costumbre, podemos caer fácilmente en el
hábito antiguo. Por ejemplo, alguien que se ha propuesto bajar de peso, decide ingerir
sólo alimentos de bajo contenido en calorías. Sin embargo, esa persona puede
caer fácilmente en la tentación de interrumpir ese propósito, porque las redes
neuronales que producen el viejo hábito, son más fuertes que las nuevas que se quieren
establecer. Para que las nuevas redes neuronales puedan competir favorablemente
con las viejas redes, es necesario que alcancen una determinada masa crítica,
es decir un tamaño adecuado, a partir del cual su fuerza sea mayor que la de la
red ya establecida. Para alcanzar esa masa crítica, se requiere utilizar todos
los medios disponibles.
Entre
los medios disponibles para hacer crecer rápidamente una red neuronal, el más
poderoso, sin duda, es la memoria implícita (memoria no consciente) la cual se
produce al ejecutar una acción. Mediante este proceso —aseguran los expertos en el tema—, podemos aprender
y fijar la mayor parte de lo que ahora somos.
La
memoria implícita se crea de manera subconsciente en nuestro cerebro a través
de la acción y la repetición. Ello significa que para alcanzar el desarrollo
personal, no es suficiente con adquirir nuevos conocimientos de manera
consciente. La vía rápida para el desarrollo, es la adquisición de nuevos
conocimientos de manera subconsciente. Esto se debe a que el módulo de la
consciencia solo controla una pequeña parte de nuestro cerebro (algunos señalan
el 2 %) y en contra parte, la mente
subconsciente representa casi la totalidad del cerebro, (el 98 % del área cerebral).
Los
especialistas aseguran que los hábitos se crean a partir de la repetición
constante y continua de la acción que
nos permitirá adquirir la nueva conducta,
o conocimiento deseado. La función de la consciencia, consiste en vigilar que
ejecutemos esa acción, pero el mayor trabajo le corresponde a la mente
subconsciente. Visto lo anterior, se puede afirmar, que el desarrollo personal
tiene que ver más con la constancia que con la consciencia. La función de la
consciencia es elegir y vigilar los nuevos hábitos, pero la creación de estos,
se hace de manera subconsciente en su mayor parte. El desarrollo de este tema será
material para otro trabajo. Por ahora, lo dejaremos hasta aquí.
El texto anterior ha sido extraído del libro "DIVAGANCIAS CUÁNTICAS", de este mismo autor y el cual puede ser adquirido a través de Amazon. com
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