sábado, 30 de mayo de 2015

FALACIAS CRISTIANAS: "Jesús y Apolo, ¿Mitos o Realidades?" por Carlos G. Hernández R.

BIENVENIDOS A MI BLOG
"DESDE MI GUATEQUE"
¡PRIMERO MUERTO QUE CACATÚO!
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FALACIAS CRISTIANAS:

Jesús y Apolo: ¿Mitos o Realidades?
Por Carlos G. Hernández R.

Hoy tengo veinticinco siglos de edad.  He estado muerto durante muchos años. Mi lugar de nacimiento fue Atenas. Mi tumba, con vista a la blanca gloria de Atenas y las brillantes aguas del Mar Egeo, no estaba lejos de la tumba de Jenofonte, ni de la tumba de Platón.
Después de dormir en mi tumba durante tanto tiempo, desperté repentinamente —no puedo decir cómo ni por qué— y fui transportado por una fuerza que estaba más allá de mi control, a los días actuales y en  esta nueva ciudad. Arribé aquí al romper el alba, cuando el cielo aún estaba aburrido y somnoliento. Mientras me acercaba a la ciudad, escuché el sonido de las campanas, y un poco más tarde, encontré las calles atestadas con grandes multitudes de gentes bien vestidas y en grupos familiares que iban y venían de un lado a otro. Evidentemente, no se dirigían a sus trabajos ya que estaban acompañados de sus hijos vestidos con sus mejores ropas y con una expresión de placer en sus rostros.
—“Debe ser un día de fiesta y adoración dedicado a uno de sus dioses”. —murmuré para mí.
Mientras observaba los alrededores, vi a un caballero en elegante y pulcro traje negro, sonriendo y con su mano extendida hacia mí mostrando una gran cordialidad. Debió haber adivinado que yo era un extranjero y deseaba tenderme su hospitalidad. Yo acepté agradecido, y estreché su mano. El presionó la mía. Nos vimos un momento directamente a los ojos en silencio. Él comprendió mi desconcierto en medio del nuevo ambiente que me rodeaba y ofreció iluminarme. Me explicó los sonidos de las campanas y las multitudes festivas moviéndose en las calles. Era un día domingo. Domingo antes de la Navidad y por eso, la gente estaba yendo a la “Casa de Dios”.
—¡Por supuesto que tú también estarás yendo!  Le dije a mi amistoso guía.
—¡Sí! —respondió él—.  Yo dirijo el culto. ¡Soy un sacerdote!
—¿Un sacerdote de Apolo? —pregunté yo.
—¡No! ¡No! —replicó él, levantando su mano, como demandando silencio.
—¡Apolo no es un dios! ¡Él solamente es un ídolo!
—¿Un ídolo? —susurré, tomado por sorpresa.
—Yo percibo que tú eres griego —me dijo el amigable guía—. Y los griegos —continuó el hombre—, a pesar de sus distinguidos logros, eran un pueblo idólatra. Ellos adoraban dioses que no existen, Construyeron templos a divinidades que eran simplemente nombres vacíos.
El hombre insistió:
—Apolo y Atenea, y todo el lote de dioses del Olimpo no eran otra cosa que invenciones de la fantasía y de la imaginación.
—¡Pero los griegos amábamos a nuestros dioses! —Protesté yo, sintiendo que mi corazón se rebelaba en mi pecho.
—¡Ellos no eran dioses, eran simples ídolos! —exclamó el guía—, e insistió: La diferencia entre un dios y un ídolo es esta: un ídolo es una cosa, mientras que Dios es un ser viviente. Cuando tú no puedes probar la existencia de tu dios, cuando nunca lo has vito, no has oído su voz, ni lo has tocado, cuando tú no tienes nada demostrable acerca de él, entonces él sólo es un ídolo. ¿Alguna vez has visto a Apolo? ¿Lo has oído? ¿Lo has tocado?
—¡No! —respondí en voz baja.
—¿Has sabido de alguien que lo haya hecho? —preguntó con tono de burla
Tuve que admitir que, efectivamente, acertaba completamente:
—¡Entonces él era un ídolo y no un dios! —concluyó con satisfacción
—¡Pero muchos de nosotros , los griegos —insistí—, hemos sentido a Apolo en nuestros corazones y hemos sido inspirados por él!
—¡Eso sólo son imaginaciones! —replicó el guía— ¡Si él fuese una realidad divina, él estuviese vivo al día de hoy!
—Entonces, ¿él está muerto? —pregunté sorprendido.
—Él nunca vivió, y en los últimos dos mil años o más, su templo solo ha sido un montón de ruinas.
—Yo lloré al escuchar que el dios de la luz y de la música, no sería más. Que su justo templo se había transformado en un montón de ruinas y el fuego sobre su altar se había extinguido. Entonces secando las lágrimas de mis ojos, dije:
—¡Oh! ¡Pero nuestros dioses fueron justos y hermosos! Nuestra religión fue rica y pintoresca. Hizo de Grecia, una nación de poetas, oradores, artistas, guerreros, pensadores. Hizo de Atenas una ciudad de luz. Creó la hermosura, la verdad, lo bueno. ¡Nuestra religión fue divina!
—¡Sí! ¡Pero tenía una cosa mala! —interrumpió mi guía.
—¿Qué cosa? Inquirí, deseando conocer la razón de su afirmación:
—¡No era verdadera!
—¡Pero, si aún nosotros creemos en Apolo! ¡Él no está muerto! Nosotros sabemos que él está vivo!
—¡Pruébalo! —me dijo—. Y haciendo una pausa, añadió:
—Si tú lo muestras, todos nosotros caeremos de rodillas y le adoraremos. Muéstralo y para nosotros, el será nuestro dios.
—¡Muéstralo! —susurré para mi mismo—. ¡Que blasfemia!
Entonces, con la mano en el corazón, le hablé a mi guía cómo, en más de una ocasión, había sentido la radiante presencia de Apolo en mi corazón. También le hablé de las inmortales líneas de Homero concernientes al divino Apolo.
—¿Tú dudas de Homero? —le pregunté—. ¿Homero, el bardo inspirado? Homero, cuyo tintero es más grande que el mar.  Homero, cuyas imperecederas páginas han sobrevivido el paso del tiempo.  Homero, aquel de quien dice la historia que cada palabra suya era una gota de luz
Entonces, procedí a citar la Ilíada de Homero, la biblia de los griegos, venerada por todos los helenos como el más raro de los manuscritos existentes entre el cielo y la Tierra.  Cité la descripción de Apolo; de aquel del que se decía que la lírica no es más musical; de aquel, cuyo discurso, aún la miel no es más dulce. Recité, cómo su madre había ido de pueblo en pueblo, buscando un digno lugar para dar a luz al joven dios, hijo de Zeus, el supremo ser, y cómo él había nacido y acunado en medio de ministraciones de diosas, quienes lo bañaron en el arroyo y lo alimentaron con el néctar y la ambrosía del Olimpo. Luego recité las líneas que describen como Apolo rompe sus bandas, saltando adelante de su cuna y extendiendo sus alas como un cisne, y con voz clara e inconfundible había declarado que él había venido para anunciar a los mortales, la voluntad de dios.
—¿Es posible —pregunté—, que todo esto haya sido pura imaginación, pura fantasía del cerebro? ¿Tan insustancial como el aire? ¡No! ¡No! ¡Apolo no es un ídolo! ¡Apolo es un dios e hijo de un dios! ¡El mundo griego en pleno me será testigo  de que estoy diciendo la verdad!
Entonces observé a mi guía para ver la impresión que mi sincero entusiasmo había causado en él.  Entonces lo que vi fue una fría sonrisa sobre sus labios que cortó mi corazón. Parecía como si quisiera decirme: ¡Tú, pobre iluso pagano! Tú no eres lo bastante inteligente para saber que Homero, después de todo, sólo fue un simple mortal y que él había escrito una trama de teatro en la cual había fabricado los dioses a quien él cantaba. Estos dioses sólo habían existido en su imaginación y que hoy, ellos están tan muertos como su inventor, el poeta.
Todo este tiempo, habíamos estado parados en la entrada de un gran edificio, del cual mi guía me había dicho que era la “casa de Dios”.  Mientras entraba, vi innumerables pequeñas luces que brillaban y titilaban en todo su espacio interior. Había además, pinturas, altares e imágenes en todo mi alrededor. El aire era pesado a causa de los inciensos. Un número de hombres con lujosas vestimentas iban pasando y veneraban y se arrodillaban ante las luces de varias de las imágenes. La audiencia estaba sobre sus rodillas envueltas en completo silencio. Un silencio tan solemne que me asombró.
Observando mi ansiedad por comprender todo estas cosas, mi guía me llevó aparte y susurrándome, me dijo que la gente estaba celebrando el aniversario del nacimiento de su hermoso salvador, Jesús, el Hijo de Dios.
—¡Así que era Apolo, el hijo de dios! —repliqué, pensando quizá, que después de todo, podíamos encontrar que había absoluto acuerdo entre el uno y el otro.
—¡Olvídate de Apolo! —exclamó él, con una nota de severidad en su voz—. No hay tal persona. Él fue solamente un ídolo. Si preguntaras por Apolo en todo el universo, nunca encontrarías a nadie que respondiera a este nombre o descripción. Y agregó:
—¡Jesús, es el hijo de Dios! ¡Él vino a la Tierra y nació de una virgen!
De nuevo, intenté decirle a mi guía que así mismo había encarnado Apolo, pero me contuve.
—Entonces, Jesús creció hasta convertirse en un hombre —continuó mi guía—, ejecutando inauditos prodigios, caminando sobre el mar, dando la visión, la audición, y el habla a los ciegos, a los sordos y a los mudos, convirtiendo el agua en vino, alimentando milagrosamente a multitudes, prediciendo eventos venideros y resucitando de la muerte.
—Por supuesto, de tus dioses también es sabido —continuó mi guía—, que realizaron milagros, y que sus oráculos predijeron el futuro, pero hay una gran diferencia: las cosas relativas a tus dioses sólo son ficción. Las cosas que se hablan de Jesús, son  un hecho y la diferencia entre paganismo y religión es la diferencia entre la ficción y los hechos.
Justo en ese momento oí una ola de murmullos, como el susurro de las hojas en un bosque, flotar sobre el público. Me volví e inconscientemente, mi curiosidad griega me impulsó, me empujó a ir hacia delante, hacia donde los mayores luces de velas ardían. Sentí que tal vez la conmoción en la casa fue el anuncio de que el Dios de Jesús estaba a punto de hacer su aparición, y yo quería verlo. Quería tocarlo. O, si la multitud eran demasiado grande como para permitirme ese privilegio, yo quería, al menos, escuchar su voz. Yo, que nunca había visto a un dios, Nunca había tocado uno, nunca había oído hablar de uno.  Yo, que había creído en Apolo sin tener ninguna evidencia demostrable acerca de él, quería ver al verdadero Dios, a Jesús.
Pero mi guía colocó su mano rápidamente sobre mi hombro, y me retuvo.
"Quiero ver a Jesús," Me apresuré a decirle, volviéndome hacia él. Dije esto con reverencia y de buena fe. "¿Él no va a estar aquí esta mañana? ¿Él no hablará a sus fieles?" —pregunté de nuevo—¿Él no permitirá que sus fieles le toquen, le acaricien  sus manos, le estrechen sus divinos pies? ¿No les permitirá inhalar la ambrosina fragancia de su aliento, reflejarse en la luz dorada de sus ojos o escuchar la música de su inmaculada voz? ¡Permite que también yo, pueda ver a Jesús! —supliqué.
—¡Tú no puedes verlo! —respondió mi guía con un atisbo de vergüenza en su voz—. Y agrega
—Él no se ha mostrado a nadie más
Yo estaba tan sorprendido que no pude replicar nada de inmediato
—En los últimos dos mil años —continuó mi guía—, Jesús no se ha complacido en mostrarse a nadie más. Nadie le ha visto ni escuchado durante este tiempo.
—¿Por dos mil años, nadie ha visto ni ha escuchado a Jesús’ —pregunté con mis ojos llenos de asombro y con mi voz templando de emoción
—¡No! —respondió él—.
—¿No podría ser, entonces —me aventuré a preguntar, impaciente—, que hacen de Jesús tan ídolo como Apolo?  ¿Y no son estas gentes —puestas de rodillas ante un dios cuya existencia está tan en la oscuridad como estaba la fe de los griegos en Apolo, y de cuyo pasado ellos sólo tenían rumores tales como los de Homero de nuestros dioses olímpicos—, tan idólatras como los atenienses?
—¿Qué podrías decir tú —interrogué a mi guía— si yo te demandara que produjeras a tu Jesús y lo mostraras ante mis ojos y mis oídos, tal como tú me pediste que te mostrara a Apolo? ¿Cuál es la diferencia entre una ceremonia efectuada en honor a Apolo y una efectuada en honor a Jesús, cuando ya sabemos que es imposible dar demostraciones oraculares de la existencia tanto de uno como del otro? Si Jesús está vivo y es un dios, y Apolo es un ídolo y está muerto, ¿cuál es la evidencia, ya que uno es tan invisible, tan inaccesible y tan indemostrable como el otro? Y si la fe en Jesús como dios, lo hace a él un dios, ¿por qué la fe en Apolo no lo haría a él un dios? Pero si  venerar a Jesús, a quien ningún hombre ha visto, oído o escuchado durante la mayor parte de los últimos dos mil años,  o levantar y construir templos dedicados a él, o quemar inciensos sobre sus altares, o inclinarse sobre sus santuarios y llamarlo “Dios”, no es idolatría, tampoco es idolatría encender fuego sobre los luminosos altares del griego Apolo, Dios de la madrugada, maestro de la lira encantada, insigne con el arco y la flecha con punta de fuego.
—No estoy negando —dije—, que Jesús nunca existió. Él pudo haber vivido hace dos mil años atrás, pero si de él no se ha escuchado nada desde entonces, si las mismas cosas que le han ocurrido a las personas que han existido desde entonces, le ocurrieron a él, es decir, si él está muerto, entonces ustedes están adorando a la muerte, ¡y tal hecho, marca tu religión como idólatra!  ¿No crees?
Y entonces, recordando lo que él me había dicho acerca de la mitología griega, que era hermosa, más no verdadera, le expresé mi opinión:
—Sus templos son realmente preciosos y costosos; sus músicas son grandes; sus altares son soberbios; sus letanías son exquisitas; sus cantos son fundentes; sus inciensos, sus campanas y flores, sus vasijas de oro y plata, son todos de un gusto raro, y me atrevo a decir que sus dogmas son sutiles y sus predicadores elocuentes. Pero su religión tiene una falla: ¡No es verdadera!

El artículo precedente fue extraído y traducido del libro: "THE TRUTH ABOUT JESÚS IS HE A MYTH?"   escrito por  M. M. Mangasarian 1909
Independent Religious Society. Orchestra Hall. Chicago, USA
Capítulo: A Parable.  Part I
Editado por carlos G. Hernández R.

viernes, 15 de mayo de 2015

ADAGIO CUÁNTICO 1: “QUERER ES PODER” por Carlos G. Hernández R.

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¡PRIMERO MUERTO QUE CACATÚO!
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ADAGIO CUÁNTICO 1: “QUERER ES PODER”
Por Carlos G. Hernández R.
(a) Elmor Zillón Blanco  
El escribidor que vino de la oscuridad


La Física Cuántica confirma que creamos nuestra realidad y nos dice: “tú si puedes”

Durante décadas, los poderes de la mente han sido cuestiones asociadas al mundo “esotérico”, es decir, “a cosas de locos”. Tal vez esto se deba a que la mayor parte de la gente desconoce que la Mecánica Cuántica, es decir, el modelo teórico y práctico dominante hoy día en el ámbito de la ciencia, ha demostrado la interrelación entre el pensamiento y la realidad. Que cuando creemos que podemos hacer o ejecutar algo, en realidad, podemos hacerlo. Sorprendentes experimentos en los laboratorios más adelantados del mundo corroboran esta creencia.
Quizás porque algunos piensen que la gente común  no está en capacidad de comprender estos experimentos, los científicos todavía no se atreven a informar a la población acerca de las magníficas implicaciones que eso conlleva para nuestras vidas, aunque las teorías anexas sí forman parte ya del dominio de la ciencia divulgativa.
Seguramente la teoría de los universos paralelos, origen de la de la “superposición cuántica”, es la que ha conseguido llegar mejor al gran público. Lo que viene a decir es que la realidad es un número “n” de ondas que conviven en el espacio-tiempo como posibilidades, hasta que una de ellas se convierte en realidad: eso será lo que vivimos. Somos nosotros quienes nos ocupamos, con nuestras elecciones y, sobre todo, con nuestros pensamientos (“yo sí puedo”, “yo no puedo”) de encerrarnos en una realidad limitada y negativa o en la consecución de aquellas cosas que soñamos. En otras palabras, la física moderna nos dice que podemos alcanzar todo aquello que ansiamos dentro de ese abanico de posibilidades-ondas.
En realidad, los descubrimientos de la Física Cuántica vienen siendo experimentados por seres humanos desde hace milenios, concretamente, en el ámbito de la espiritualidad. Según el investigador de los manuscritos del Mar Muerto, Greg Braden, los antiguos esenios (la comunidad espiritual a la que, dicen, perteneció Jesucristo) tenían una manera de orar muy diferente a la actual. En su libro “El efecto Isaías: descodificando la perdida ciencia de la oración y la plegaria”, Braden asegura que su manera de rezar era muy diferente a la que los cristianos adoptarían. En lugar de pedir a Dios “algo”, los esenios visualizaban que aquello que pedían ya se había cumplido, una técnica calcada de la que hoy se utiliza en el deporte de alta competición, sin ir más lejos. Seguramente, muchos han visto en los campeonatos de atletismo cómo los saltadores de altura o pértiga realizan ejercicios de simulación del salto: interiormente se visualizan a sí mismos, ni más ni menos que realizando la proeza. Esta técnica procede del ámbito de la psicología deportiva, que ha desarrollado técnicas a su vez recogidas del acervo de las filosofías orientales. La moderna Programación Neurolingüística, usada en el ámbito de la publicidad, las relaciones públicas y de la empresa en general, coincide en recurrir al tiempo presente y a la afirmación como vehículo para la consecución de los logros. La palabra sería un paso más adelante en la creación de la Realidad, por lo que tenemos que tener cuidado con aquello que decimos pues, de alguna manera, estamos atrayendo esa realidad.
El estudio sobre el cerebro ha avanzado mucho en las últimas décadas mediante las “tomografías”. Conectando electrodos al cerebro, se determina donde se produce cada una de las actividades de la mente. La fórmula es bien sencilla: se mide la actividad eléctrica mientras se produce una actividad mental, ya sea racional, como emocional, espiritual o sentimental. De esa manera, se sabe a qué área corresponde esa facultad.
Estos experimentos en neurología han comprobado algo aparentemente descabellado: cuando vemos un determinado objeto aparece actividad en ciertas partes de nuestro cerebro… pero cuando se exhorta al sujeto a que cierre los ojos y lo imagine, la actividad cerebral es ¡idéntica! Entonces, llega la gran pregunta: si el cerebro refleja la misma actividad cuando “ve” que cuando “siente”, entonces, ¿cuál es la realidad?  La respuesta más lógica es que el cerebro no hace diferencias entre lo que ve, y lo que imagina, ya que en ambos procesos están implicadas las mismas redes neuronales. “Para el cerebro, es tan real lo que ve, como lo que siente”, afirma el bioquímico y doctor en medicina quiropráctica, Joe Dispenza en el libro “¿Y tú qué sabes?”. En otras palabras: fabricamos nuestra realidad desde la forma en que procesamos nuestras experiencias, es decir, mediante nuestras emociones. Diversos estudios de neurología se han centrado en identificar cómo y dónde se generan las emociones en el cerebro y su relación con el resto de las funciones del cuerpo, lo cual han podido identificar, en muchos de ellos, gracias a la técnica de resonancia magnética y tecnología de imágenes que registran la actividad cerebral.
Existen indicios de que las emociones y la razón forman una alianza. Damasio y sus colegas examinaron las respuestas de seis personas en cuyos escáneres cerebrales aparecían daños en estas regiones del cerebro por culpa de un tumor o un derrame. ¿Sería usted capaz de arrojar a alguien por la borda para salvarse a sí mismo o a los demás? ¿Sacrificaría a un inocente, un rehén, con tal de salvar su vida o la de otros? ¿Cuál sería su reacción? La idea de matar a un inocente causa repugnancia. Pero esas seis personas no sentían compasión, de acuerdo con el análisis de sus respuestas, según recoge el estudio que publicó Nature hace unos tres años. Estos pacientes parecían liberados de cualquier influencia emocional a la hora de tomar una decisión racional.
.Las responsables de esta actividad cerebral son las células Spindles en la corteza fronto insular, que diferencian nuestra materia gris en el cerebro de la de otros mamíferos, explican investigadores del Departamento de Neurociencia, de la Escuela de Medicina del Hospital Monte Sinaí en Nueva York. Son alrededor de 82 mil células de gran tamaño en el cerebro humano que están involucradas en la producción organización y manipulación de los sentimientos, de las emociones y  la moral y tienen relación con la cognición el aprendizaje, memoria y reconocimiento de nuestra área de mundo.
Estás células, además de la ínsula derecha del cerebro, controlan y ordenan las emociones; esta región se activa cuando miramos al ser que amamos, cuando percibimos injusticias, y decepción cuando sentimos incertidumbre.  También cuando nos avergonzamos o cuando una madre escucha a su bebe llorar. Por lo cual, según los científicos, la conciencia y la moral se alojan en este lugar.
Amanda Markey, y otros investigadores del Departamento de Ciencias y Decisiones Sociales de la Universidad de Carnegie Mellon, afirman que haber encontrado una manera de determinar las emociones según la actividad cerebral, medida por la tecnología de imágenes, ha permitido establecer que las personas pueden codificar la información neuronal contenida en las emociones de manera similar.
 Según este estudio publicado en la revista PLoS ONE, este tipo de investigaciones y técnicas no sólo ayudan a identificar las emociones generadas según la actividad cerebral, sino que además pueden hacerlo sin depender de la información que puedan o no proporcionar los pacientes, con la finalidad de obtener mejores resultados, diagnósticos y tratamientos.
La nueva técnica de identificación de emociones basada en la actividad neural se basa en descubrimientos previos de Marcel Just y Tom M. Mitchell, de la Universidad Carnegie Mellon, (CMU) ubicada en la ciudad de Pittsburgh (Pensilvania) y uno de los más destacados centros de investigación superior de los Estados Unidos en el área de ciencias de la computación y robótica, quienes utilizaron técnicas similares para crear un modelo computacional que permite identificar los pensamientos de una persona sobre objetos concretos, una vertiente de la capacidad que coloquialmente puede ser definida como "leer la mente".
La investigación más reciente introduce un nuevo método con buen potencial para identificar emociones sin depender de la capacidad de las personas para expresarlas, tal como destaca el profesor Karim Kassam. "Podría ser usada para evaluar la respuesta emocional de una persona a casi cualquier tipo de estímulo, como por ejemplo una bandera, una marca, o un candidato político", es la inquietante revelación que hace Kassam.
Las emociones que se pueden identificar con la nueva técnica son: alegría, tristeza, miedo, enfado, asco, envidia, deseo sexual, orgullo y vergüenza.
Un descubrimiento sorprendente de esta investigación es que, al parecer, las señales típicas de cada emoción no están limitadas a regiones específicas del cerebro, como por ejemplo la amígdala, sino que conforman patrones característicos por diversas regiones cerebrales.
Según Kassam y su equipo, el sistema raramente confundió emociones positivas con negativas, sugiriendo que unas y otras tienen patrones neurales muy diferentes.  Los investigadores explican que, a pesar de las diferencias en la psicología de las personas, este estudio ha demostrado que, a nivel neuronal, los individuos codifican las emociones de manera muy similar.
Otro hallazgo sorprendente de la investigación fue que podrían lograrse niveles de precisión casi equivalentes en la identificación de las emociones a partir de la actividad neuronal, incluso cuando el modelo computacional se centraba sólo en una de una serie de subsecciones del cerebro humano.
También se descubrió que, como media, el sistema alcanzó su máxima eficacia en la identificación de la felicidad, y la mínima eficacia en la identificación de la envidia.
Como ya se explicó en el artículo anterior, de acuerdo con la reportera Sandra Blakeslee del periódico The New York Times, la mejor y más apropiada metáfora para aprender sobre circuitos cerebrales es imaginarnos un arbolito de navidad con millones de extensiones de bombillitos. "Cuando la persona piensa en un perro", escribe Blakeslee en el diario, "un conjunto de bombillitos se enciende, pero si la persona piensa en un perro muy querido que murió el año pasado, además del primer conjunto de bombillitos, otros más se encienden también. Si la persona piensa en un gato, un conjunto distinto de luces se encenderá pero con algunos vínculos a las luces del perro ya que ambos son animales. Sin embargo, si la persona piensa en un atardecer, un grupo nuevo de luces se encenderá".
El Dr. Antonio Damasio, quien actualmente dirige el Brain and Creativity Institute de la Southern California University. publicó en 1994, “El error de Descartes”, libro que forma parte de una corriente de investigación en la que propuso su hipótesis del marcador somático -mecanismo por el cual los procesos emocionales guían e influyen en la conducta, y especialmente en los procesos de toma de decisiones que ha cambiado la forma de entender los procesos mentales en general
En una entrevista concedida a Executive Excellence, el Dr. Damasio, expresó: “Este periodo de tiempo ha sido de gran importancia para la comprensión del funcionamiento del cerebro, habiéndose aclarado muchas de las dudas que en principio se tenían sobre los procesos mentales de toma de decisiones. Resulta evidente, cuando hablamos de la actividad, ya sea social, empresarial o política, que es extremadamente importante reconocer la existencia de la serie de elementos que contribuye a poder realizar dichos procesos de relación”.
Uno de esos elementos contributivos más importante está directamente relacionado con el conocimiento (una variedad de procesos entre los que encontramos la memoria, la organización del conocimiento y la capacidad de abstraernos). Otro elemento está relacionado con el razonamiento en el proceso de toma de decisiones (basado en la posibilidad de manipular la información que hemos aprendido y que forma parte de nuestra base de conocimiento).
Hace 15 años apareció un nuevo elemento de gran importancia, que nos aclara que no todo está exclusivamente relacionado con el conocimiento y razonamiento; hay algo más. Y es ese algo más tiene que ver con las emociones y los sentimientos: Las emociones son elementos que afectan e influyen en el proceso de aprendizaje; consecuentemente, influyen en el proceso de toma de decisiones. De hecho, somos esencialmente “creadores de soluciones” para nuestra vida. Algunas veces somos creadores no-conscientes y otras veces sí pensamos (de una forma semi-automática o plenamente conscientes). En cualquier caso, a la hora de aportar las soluciones, necesitamos de ese elemento que es parte de todo el proceso y que tiene que ver con la emoción y el sentimiento.
En el escrito publicado por Executive Excellence, el Dr. Damasio afirma:
“Gracias a los progresos científicos que nos ayudan a conocer cómo funciona nuestro cerebro, como la resonancia magnética y otras técnicas, hemos conseguido no solamente observar el cerebro como un todo, sino también las diferentes partes que lo conforman, así como las uniones entre las neuronas. La resonancia magnética nos permite realizar miles de “cortes” del cerebro, para estudiarlo en profundidad y con detenimiento; esto (conjuntamente con otras nuevas tecnologías) nos permite estudiar las conexiones por debajo del cortex cerebral (y su funcionamiento), y por ello, muchas de las cosas que hoy sabemos sobre la función cerebral ya no están exclusivamente basadas en el comportamiento observable; ya que ahora podemos conectarlo con lo que simultáneamente ocurre bajo la superficie del cerebro, en su interior”.
En el tema del aprendizaje y la memoria, partimos de la idea de que ambos no se basan exclusivamente en los hechos, sino que hay algo más; aprendemos, conjuntamente y de forma automática, de los hechos y de la señal emocional que aparece al mismo tiempo y que termina provocando un sentimiento que proviene de esa emoción.
Todo el proceso comienza con el conocimiento de los hechos; por ejemplo, si una persona se dedica al mundo empresarial, donde necesita tomar decisiones, el conocimiento de hechos se relaciona con el proceso de aprendizaje, comienza en una estructura localizada en la parte media del cerebro llamada parahippocampal gyrus o área del giro parahipocampal.
Todas aquellas señales que vemos y escuchamos en un momento dado, unidas a nuestra voz y a cómo nos sentimos, etc., son llevadas a esta parte del cerebro donde serán mezcladas conjuntamente, de forma que generen un efecto. Todas estas diferentes señales se unen entre sí en una región que conocemos como la entorhinal cortex, una zona con pequeñas colinas lisas donde se localizan los grupos de neuronas que se unen con las conexiones que llegan y que, de hecho, se pueden ver a simple vista”.
“Las emociones no nacen, sino que son parte de un sistema automatizado que nos permite reaccionar ante el mundo, de una forma inmediata y sin necesidad de pensar, con el cual ya venimos dotados desde el nacimiento. Las emociones forman parte de esa compleja maquinaria en la que intervienen las recompensas y los castigos, el estímulo y la motivación… y todo aquello que hace que deseemos comer, beber, practicar sexo… Las emociones son parte del proceso de la regulación de un cuerpo vivo, y se presentan con diferentes “formas y sabores”. Hay unas emociones primarias y sencillas como son el miedo, la rabia, la felicidad o la desdicha… Hay emociones sociales, más complejas, como la compasión, el desprecio, la admiración, el orgullo…”
“Son, todas ellas, parte del equipo básico con el que nacemos. Este equipamiento, primario y original, no es aprendido como un hecho. Lo que sí aprendemos a hacer a lo largo de nuestra vida, y desde muy temprano, es a asociar emociones -y sus correspondientes sentimientos- con ciertos objetos o eventos; podemos aprender que una persona, objeto o casa, nos causa miedo. Aprendemos entonces esta conexión entre el objeto y la emoción, creando un sentimiento.
No aprendemos las emociones, ya que nacemos con ellas, aprendemos a conectar las emociones a través del sistema de hechos, con una emoción que ya está ahí. Ambos van unidos. Este es un hecho muy importante para todas aquellas personas que pueden estar interesadas en el marketing o la comunicación, o incluso para quienes están diseñando modelos de negocio. Las emociones alcanzan sus objetivos al generar acciones. Y son esas acciones las que acaban generando lo que llamamos sentimientos. Esto fue algo que nunca se entendió hasta hace bien poco. Cuando una emoción hace su trabajo, crea una acción. Esa acción va dirigida hacia el estado interior de nuestro organismo, en su conducta y en su mente.
¿Cómo se explica el miedo?
En el caso del miedo, es una de las emociones más sólidas y que no solo afecta a los hombres -muchas especies sienten miedo-, no es algo que suceda exclusivamente en nuestra mente, sino que se da una serie de acciones preparatorias: en el corazón, los pulmones, el intestino… acciones que provocan la elevación de la sensibilidad al dolor, supresión de la cortisona, etc. Estos diferentes hechos ocurren a lo largo de todo el cuerpo y, por supuesto, hemos sabido desde hace mucho tiempo que el corazón es una parte muy importante de las emociones (estar enamorado, estar triste...), luego también existe una serie de conductas específicas. Hay personas que se quedan bloqueadas; otras echan a correr huyendo de la fuente del miedo… después está la atención que se presta a lo que está ocurriendo y, finalmente, hay un modo de pensar que aparece y se ajusta (frente) a esa fuente de miedo.
Una de las formas que tenemos para conocer cómo funciona todo este sistema es a través de pacientes cuyos cerebros tengan alguna zona destruida por una enfermedad. Así podemos, por ejemplo, comparar una amígdala normal con la de un paciente que la tenga dañada. Gracias a esta comparación, pudimos descubrir que el miedo, y otras emociones, son procesados y se desencadenan en esta región cuando tienen que ver con condiciones exteriores. Si alguien te apunta con una pistola y tienes amígdala, entonces sentirás miedo; o lo mismo si ves una película de miedo. Pero también existen otras formas de miedo, que no dependen de la amígdala, como puede ser una reducción del oxígeno. Imagínense que están practicando submarinismo y se quedan sin aire. En ese momento, entrarían en pánico, independientemente de tener o no amígdala, ya que lo que desencadena este tipo de miedo es diferente. Lo mismo que cuando alguien está sintiendo un ataque al corazón, el pánico viene del interior, no del exterior. Hay muchas formas de desencadenarlo. Este hecho lo pudimos demostrar con el paciente que no tenía amígdala, y así ha continuado (sin sentir miedo) siempre. Ahora bien, sí que es capaz de sentir muchas otras sensaciones: alegría, enfadado…
¿Qué diferencia a las emociones de los sentimientos?
Una emoción está siempre referida a una secuencia de acciones y los sentimientos se refieren a los resultados de esa secuencia de acciones. Es importante que nos demos cuenta de que frente a un peligro que nos genera miedo, lo que nos salva –y hace actuar- es la eventual serie de acciones que se desencadenan, no el sentimiento de miedo. En cambio, si tienes sensación o sentimiento de miedo, es ese sentimiento lo que va a guiar tus acciones futuras. Nuestra naturaleza nos provee de ambos aspectos: primero con una acción que hace que podamos huir de forma efectiva, sin pensar ni reflexionar, de un lugar donde hay un peligro, y también nos provee de ese beneficio adicional de mantener en nuestra mente algo que nos recuerde esa fuente de peligro. Por ello, cuando reflexionamos sobre el por qué de nuestras decisiones como clientes, observamos que estas tienen que ver con la forma con la cual adherimos una emoción (no necesariamente el miedo, sino placer, rechazo, etc.) a un objeto particular.
Por ejemplo, detestamos una línea aérea porque nos ha perdido el equipaje, y apreciamos otra por cómo nos ha tratado, independientemente de lo mal que vuele. Estos aprecios y desprecios son controlados no por la emoción sino por las consecuencias de las emociones -que son los sentimientos- y que permiten aprender de cierta manera.
Por lo tanto, una definición rápida podría ser que mientras que las emociones son unos programas de acción, los sentimientos, productos de esas emociones, son las percepciones compuestas que provienen del estado del cuerpo durante una emoción y es esa percepción la que te da el feeling o sentimiento. Por eso, si alguien nos dice que las emociones son algo vago y difícil de comprender y los sentimientos son algo imposible de definir, o imposible de poner en la mente, diría que en primer lugar la mente es algo que está hecho por el cerebro y las emociones son unos cambios muy reales y perceptibles en el sistema nervioso, no algo que flota en el éter. Los sentimientos tienen una realidad; tan reales como mi percepción de la audiencia durante una conferencia.
Esa percepción de la audiencia es fundamentalmente un mapa o trazado basado en mapas visuales generados en el cerebro, con color, profundidad, movimiento… y que se forman en el sistema visual. Al crearse estos mapas -siguiendo con “mi” percepción de la audiencia en una conferencia-, se incluyen las diferentes formas, escaleras, luces, etc. del auditorio, al tiempo que se generan los mapas auditivos de las diferentes frecuencias de mi voz y de los sonidos del entorno. Pero no son solo los estímulos exteriores los que se transforman en mapas dentro del sistema visual o auditivo. Al mismo tiempo, el cerebro está haciendo mapas del estado de mi cuerpo al reaccionar y responder emotivamente a lo que me rodea. Por ejemplo, si estás cansado, esa sensación de fatiga proviene de la forma en la cual el cerebro está “mapeando” el estado en que se encuentra tu cuerpo, el estado de tu musculatura estriada, el estado de pérdida de energía y reservas, la temperatura corporal, etc. Y uno de los principales lugares donde ese “cuadro o pintura de la situación” es pintada se denomina la ínsula.
¿Cómo se descubrió la ínsula y qué sucede en esa zona del cerebro?
“La ínsula fue descubierta y posicionada en el cerebro hace unos 15 años. Propusimos entonces que era en esta área donde fundamentalmente se realizaban los procesos de generación de mapas. La ínsula está muy dentro del cortex, bajo los hemisferios. Desde hace ya más de 10 años, sabemos que cualquier tipo de emoción que se tenga activará el cortex de la ínsula.
A través de PET scanners pudimos comprobar, por primera vez, que frente a una emoción de tristeza, el área que demostraba tener más actividad (aunque hubiese actividad en otras partes) era la ínsula. A partir de aquí, rápidamente se demostró que el resto de las emociones también tendían a generar actividad en la ínsula, al igual que una variedad de sentimientos que se asocian con la vida social de cada persona. Por ejemplo, si a una persona le gusta el vino y se encuentra feliz tras haberlo bebido -o si ha tomado drogas- se verá actividad en la ínsula; pero también en los drogodependientes que sufren abstinencia, o cuando practicamos sexo. La ínsula es un área de “sexo, drogas y rock & roll”.
Quisiera resaltar el resultado de un estudio que hicimos en 2007 sobre las personas que fumaban. Fuimos capaces de demostrar que si personas adictas al tabaco sufrían un daño en la ínsula causado por un infarto, dejaban de ser adictas. Esto se debe a que el tabaquismo es una de esas adicciones que se “aprende”. Los opiáceos, por ejemplo, son adicciones más naturales, dado que nuestro organismo genera sustancias opiáceas, usándolas para regular conductas. Como el organismo no fabrica nicotina, esta adicción es una conducta aprendida, y un daño en la ínsula genera una rotura de ese aprendizaje”.
Lo que descubrimos, primero con la observación de pacientes y luego con una variedad de estudios, es que las emociones no son necesariamente las enemigas de la razón. Solíamos oír que si alguien utilizaba sus emociones para tomar decisiones y no tenía la cabeza fría y una actitud puramente racional, no estaba realizando su trabajo de forma adecuada. Lo que hoy sabemos es que quienes son híperracionales e intentan razonar sus decisiones sin ningún componente emocional son, de hecho, incapaces de alcanzar decisiones correctas.
¿Pero cómo se conjugan adecuadamente la razón y la emoción?
 No estoy diciendo que las personas puedan olvidarse de los riesgos y no ser precavidos, decidiendo exclusivamente con sus corazones, sin prestar atención a los hechos. El mensaje no es, ni remotamente, tan sencillo. El mensaje que quiero transmitir, aunque complejo, permite razonar hacia una forma más creativa  y productiva.
Cuando se aprende a entender las conexiones entre los hechos y las emociones, éstas pueden usarse de forma correcta, no hay que eliminarlas, sino utilizarlas de la forma más positiva para nosotros. De hecho, siempre estamos aprendiendo nuevas conexiones, hechos y emociones.
Lo que tenemos aquí es una acumulación de condicionamientos que nos enseña que hemos de ser capaces de diferenciar las emociones positivas, que nos proporcionan creatividad y energía, de las improductivas que nos conducen hacia reacciones de “pánico”.
Para demostrar esto de forma fehaciente, creamos el Gambling test (Test del Apostador). Combinamos pacientes e individuos sanos, haciéndoles jugar con dos barajas: Baraja1= grandes recompensas y grandes pérdidas. Baraja2=premios y castigos moderados. Se observó que las personas, muchas veces automáticamente, se inclinaban a jugar con la Baraja2, evitando la Baraja1. En cambio, cuando realizamos este test con pacientes que tenían lesiones en las partes implicadas en el proceso, la respuesta era absolutamente plana: los pacientes con daños en los lóbulos frontales no tenían una respuesta diferenciada.
E.E.: ¿Dónde se guardan las diferentes memorias en nuestro cerebro?, ¿se conservan en sitios diferentes dependiendo del origen del estímulo?
A.D.: Los sistemas de “cableado” llegan al parahippocampal Gyrus y entorhinal cortex con la información, que está literalmente marcada y mezclada de forma conjunta. Luego hay una señal originada en el hipocampo que permite a los sitios donde se originaron estas señales ser reactivados de una forma relativamente permanente. Cuando se regenera una memoria, esta no está en el hipocampo; la memoria se encuentra en trozos donde quiera que se originen, y tendrá que ser reactivada en todas sus múltiples partes.
El hipocampo es en realidad el hacedor de memorias y, durante un tiempo, parece tener el mapa conjunto. Poco a poco, este mapa desaparece y las memorias están constituidas por múltiples partes, lo cual resulta muy interesante. Supongamos que yo ahora tengo memoria de su voz y del hecho de que está usted conmigo, y a todo esto le añado la información de la sala donde estamos. Si tuviese un infarto en mi cortex auditivo que bloquease la posibilidad de revivir esa memoria auditiva, sería factible que cuando las personas me hablasen de usted, le recordase visualmente pero no pudiera recordar su voz. Esto, que es un simple ejemplo, nos da la idea de que cualquier recuerdo tiene muchas partes, y esas partes no están en el mismo sitio. Es un compuesto. Evidentemente, esto es muy distinto a cómo la gente tiende a imaginar la memoria: algo localizado específicamente en un lugar del cerebro.
La realidad es que nuestra memoria no se encuentra en un “fichero”, está en pequeños “trocitos” por todo el cerebro. ¡Somos bastante más complicados de lo que parece¡
Hay quienes argumentan que las decisiones están ya tomadas de forma inconsciente y que el proceso que sigue es simplemente una justificación consciente de la decisión inconsciente. ¿Qué opina de esta argumentación?
Creo que depende del tipo de decisión. Es posible que haya situaciones en las que pensemos que estamos tomando la decisión, y la realidad es que solo la estamos haciendo más vívida, pues ya se había tomado a nivel subconsciente. Hay abundantes evidencias al respecto. Depende de lo nuevo que sea el problema o la decisión a tomar. Evidentemente, tenemos un proceso mental no consciente muy importante, y lo integramos en la ecuación a resolver.
La emoción es un programa de acciones. El sistema nervioso humano, como cualquier sistema nervioso, se involucra en una serie de acciones para protegerse. Bien mediante la defensa frente a la amenaza, o proporcionando una oportunidad para alimentarse o para el sexo. Evita la muerte y hace cosas beneficiosas. Luego está la lectura de esa acción. Cuando percibes lo que está sucediendo en tu cuerpo, cuando tienes esa emoción, entonces surge el sentimiento. Emocionar es actuar. Sentir es percibir. Ambas cosas están relacionadas. Una emoción en líneas generales es un sentimiento, pero se refiere a la acción, mientras que el sentimiento es la percepción de esa acción.
La farmacia del cerebro
En un pequeño órgano llamado hipotálamo se fabrican las respuestas emocionales. Allí, en nuestro cerebro, se encuentra la mayor farmacia que existe, donde se crean unas partículas llamadas “péptidos”, pequeñas secuencias de aminoácidos que, combinadas, crean las neurohormonas o neuropéptidos. Ellas son las responsables de las emociones que sentimos diariamente. Según John Hagelin, profesor de física y director del Instituto para la ciencia, la tecnología y la política pública de la Universidad Maharishi, dedicado al desarrollo de teorías del campo unificado cuántico: “hay química para la rabia, para la felicidad, para el sufrimiento, la envidia…”
En el momento en que sentimos una determinada emoción, el hipotálamo descarga esos péptidos, liberándolos a través de la glándula pituitaria hasta la sangre, que conectará con las células que tienen esos receptores en el exterior. El cerebro actúa como una tormenta que descarga los pensamientos a través de la fisura sináptica. Nadie ha visto nunca un pensamiento, ni siquiera en los más avanzados laboratorios, pero lo que sí se ve es la tormenta eléctrica que provoca cada mentalismo, conectando las neuronas a través de las “fisuras sinápticas”.
Cada célula tiene miles de receptores rodeando su superficie, como abriéndose a esas experiencias emocionales. Candance Pert, poseedora de patentes sobre péptidos modificados y profesora en la universidad de medicina de Georgetown, lo explica así: “Cada célula es un pequeño hogar de conciencia. Una entrada de un neuropéptido en una célula equivale a una descarga de bioquímicos que pueden llegar a modificar el núcleo de la célula”.
Nuestro cerebro crea estos neuropéptidos y nuestras células son las que se acostumbran a “recibir” cada una de las emociones: ira, angustia, alegría, envidia, generosidad, pesimismo, optimismo… Al acostumbrarse a ellas, se crean hábitos de pensamiento. A través de los millones de terminaciones sinápticas, nuestro cerebro está continuamente recreándose; un pensamiento o emoción crea una nueva conexión, que se refuerza cuando pensamos o sentimos “algo” en repetidas ocasiones. Así es como una persona asocia una determinada situación con una emoción: una mala experiencia en un ascensor, como quedarse encerrado, puede hacer que el objeto “ascensor” se asocie al temor a quedarse encerrado. Si no se interrumpe esa asociación, nuestro cerebro podría relacionar ese pensamiento-objeto con esa emoción y reforzar esa conexión, conocida en el ámbito de la psicología como “fobia” o “miedo”.
Todos los hábitos y adicciones operan con la misma mecánica. Un miedo (a no dormir, a hablar en público, a enamorarse) puede hacer que recurramos a una pastilla, una droga o un tipo de pensamiento nocivo. El objetivo inconsciente es “engañar” a nuestras células con otra emoción diferente, generalmente, algo que nos excite, “distrayéndonos” del miedo. De esta manera, cada vez que volvamos a esa situación, el miedo nos conectará, inevitablemente, con la “solución”, es decir, con la adicción. Detrás de cada adicción (drogas, personas, bebida, juego, sexo, televisión) hay pues un miedo insertado en la memoria celular.
La buena noticia es que, en cuanto rompemos ese círculo vicioso, en cuanto quebramos esa conexión, el cerebro crea otro puente entre neuronas que es el “pasaje a la liberación”. Porque, como ha demostrado el Instituto Tecnológico de Massachussets en sus investigaciones con lamas budistas en estado de meditación, nuestro cerebro está permanentemente rehaciéndose, incluso, en la ancianidad. Por ello, se puede desaprender y reaprender nuevas formas de vivir las emociones.
¿La religión y la ciencia son actos creativos del cerebro?
Sin duda. Y a pesar de ello es posible convivir con los dos. No digo que crea en ambos. Francis Collins es uno de los líderes del Proyecto Genoma y director de los Institutos Nacionales de la Salud en Estados Unidos, dirige la agencia federal para la investigación en biotecnología. Trabaja en los genes y es un gran creyente, asiste a misa y escribe libros sobre su vida como genético y creyente en Dios.
Einstein solía decir que los ateos fanáticos son incapaces de oír la música de las esferas. ¿Era alguien emocional? Sí, y practicaba la música, tocaba el violín. Solía explicar que, en su trabajo teórico, cuando se enfrentaba a un problema que necesitaba resolver, lo hacía en términos de éxtasis al sentir si algo era correcto o no. O si algo resultaba hermoso, como una ecuación.
El lugar que sirve como la estación emocional para toda la información que llega desde los distintos circuitos dedicados a las emociones se encuentra al final de todos esos caminos neuronales en dos conjuntos celulares conocidos como ínsulas. Sin embargo, ha sido en la ínsula derecha frontal donde los científicos han encontrado más actividad emocional. Todas estas regiones están conectadas a través de las enormes células spindles y otros circuitos neuronales que se encargan de reproducir y de percatarse de todo tipo de sentimientos y emociones. Estas células y el área insular derecha controlan y ordenan las emociones, poseen un mapa sentimental de lo que ocurre en el cuerpo internamente y lo que pasa en el mundo externo. La enigmática región se activa cuando miramos al ser que amamos, cuando percibimos injusticias y decepción o cuando sentimos incertidumbre frente a ciertas recompensas. También cuando nos avergonzamos y, si se trata de una madre, cuando escucha a un bebé llorar. En esta área también encontramos otra región en donde se almacenan los recuerdos autobiográficos y donde hacemos conciencia de que somos una persona, un ser humano con nombre y pasado y que nos desplazamos en el espacio-tiempo que caracteriza el universo en que vivimos. La conciencia y la moral se alojan en estos lugares.
Referencia:
.- La Física Cuántica confirma que creamos nuestra realidad. La física moderna dice “tú si puedes”
.- Joe Dipenza en español  
.- Los pensamientos curan  más que los medicamentos
.- Si quieres otra realidad, debes convertirte en otra persona
http://www.lavanguardia.com/lacontra/20130109/54358915819/la-contra-joe-dispenza.html


jueves, 14 de mayo de 2015

ADAGIO CUÁNTICO 2: "LA FÍSICA CUÁNTICA Y LO QUE PARECE SER, PERO QUE NO ES" por Carlos G. Hernández R.

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ADAGIO CUÁNTICO 2:

LA FÍSICA CUÁNTICA Y LO QUE PARECE SER, PERO QUE NO ES

por Carlos G. Hernández R.

(a) Elmor Zillón Blanco

El escribidor que vino de la oscuridad


La Física Cuántica, o Mecánica Cuántica, estudia el comportamiento de la materia cuando las dimensiones de ésta son tan pequeñas que empiezan a notarse extraños efectos como la imposibilidad de conocer con exactitud la posición de una partícula y su velocidad, sin afectar a la propia partícula.
Los principios básicos de la Física Cuántica son fundamentalmente dos: El primero es que las partículas intercambian energía en múltiplos enteros de una cantidad muy pequeña de energía, que recibe el nombre de quantum. El segundo principio es que la posición teórica de una partícula subatómica está definida por una función probabilística, es decir que aquella no es una certeza, sino más bien, una posibilidad.
La Mecánica Cuántica surgió en la primera mitad del siglo XX en respuesta a algunos problemas que no podían ser resueltos por los principios de la Física Clásica, que comenzaba a perder credibilidad. No es casual que la Mecánica Cuántica se haya desarrollado de forma más o menos paralela a la teoría de la relatividad, que también  enfrenta algunos de los principios fundamentales de la Física Clásica.
Hasta el siglo XX se creía que la energía era emitida, propagada y absorbida de forma continua e infinita. Fue Max Planck quien por primera vez planteó que la energía radiada de un cuerpo negro no era continua sino discreta. Es decir que la energía se propaga y absorbe en cantidades mínimas, o cuantos de energía, de allí el nombre de quantum. También se le conoce como “paquete de energía”. Este descubrimiento ocurrió en forma conjunta a uno de los hallazgos más importantes de las ciencias Físicas: la dualidad onda-partícula, que demostró que la luz y la materia pueden poseer propiedades de partícula tanto como propiedades ondulatorias. Los descubrimientos físicos han llevado a la paradoja de que la materia no está formada por nada material. Todos los componentes iniciales que conforman la materia son ondas inasibles de energía, no localizadas exactamente en ninguna parte y que funcionan más parecidas a ondas probabilísticas o a estados de información. Nada sólido.
Dentro de las leyes del universo cuántico, las leyes que rigen los componentes de las partículas más pequeñas de la materia, que como ya hemos dicho, son componentes paradójicamente no materiales, son distintas a las leyes que rigen los cuerpos macroscópicos. Existiendo, en este campo, una extraña condición que genera un fuerte desafío a nuestro sentido común. Condición que lleva a la ruptura de sólidos paradigmas, en los cuales siempre hemos creído. Esta condición o ley cuántica, se denomina “superposición cuántica”. Ésta es  una característica que es inherente a todo lo que existe en nuestro universo y que consiste en que nada existe de manera definida, clara o precisa. Nada es lo que parece. Todo lo que existe se encuentra en un estado de probabilidad de, y además, de existir de diversas maneras. Parece mística o magia, pero no lo es, es ciencia cuántica pura. Lo que nos parece más sólido y real, solo lo es  cuando una “conciencia” entra en contacto con el “sistema” y hace que se produzca un colapso de onda, lo cual le da las características de existencia, a nivel de materia, a todo aquello que habitualmente  percibimos. Es la unión de la “conciencia perceptora” con el estado nebuloso de superposición cuántica, lo que genera aquello que llamamos realidad.
Pero existe una nueva complicación en todo esto: cuando decimos que el estado de superposición cuántico es una característica o ley que es inherente a todo lo que existe en el universo, estamos diciendo que también nuestros cerebros se encuentran en ese estado de superposición cuántica indefinido, insustancial, nebuloso. ¿Cómo puede, entonces, de ese montón de carne sin existencia material precisa, surgir la conciencia que a su vez produce el colapso de onda que genera la llamada realidad? He aquí una de las grandes preguntas a la que se enfrenta la ciencia en la actualidad
Nadie tiene una respuesta para esto. Sin embargo, se puede afirmar que existe una Conciencia Absoluta que permea y sirve de sustrato a todo el universo, y que es esa  Conciencia Absoluta, que en perfecto dominio de todas las infinitas posibilidades que tiene de manifestarse, encierra un universo, nuestro universo, donde seres con la condición particular de poseer una conciencia individual y única, existen y son co-creadores de ese universo donde existen. Nuestra diminuta conciencia no sería otra cosa, sino un destello ínfimo de la Conciencia Absoluta que le da origen, semejante en condición, pero infinitamente lejana en intensidad o tamaño. Conciencia diminuta, en efecto, pero que como la ola, no es otra cosa que una manifestación del océano inmenso.
En última instancia, lo único que existe es la Conciencia Absoluta, la cual puede manifestarse de infinitas maneras, una de ellas es nuestro universo y nosotros mismos dentro de él. Somos, como todo lo que existe, emanación o manifestación de esa Conciencia Única, y el proceso de evolución no es otra cosa que el camino de regreso a unirnos, a fundirnos con nuestra verdadera realidad, la Conciencia Absoluta o Conciencia Universal; de la que siempre hemos sido parte y de la que nunca podremos dejar de ser, sepámoslo o no. Somos como olas marinas que, además de una manifestación, formamos parte consciente de una unidad indisoluble, que es el océano todo. De tal forma, que así como la ola marina no se explica sin la presencia del océano, así tampoco nosotros nos explicamos sin la Conciencia Universal
Los avances de la teoría cuántica han permitido las aplicaciones en distintos ámbitos como la electrónica (transistores, microprocesadores y componentes electrónicos), en la Física de nuevos materiales, (semiconductores y superconductores), en la Física de altas energías, en la criptografía y la computación cuánticas, y en la Cosmología teórica del Universo temprano. En medicina la teoría cuántica es utilizada en campos tan diversos como la cirugía láser, o la exploración radiológica.
En trabajos anteriores, hablamos de paradigmas y lo extremadamente difícil que  resulta su modificación. A modo de ejemplo, y a la vez como un dato curioso, veamos lo siguiente: según el segundo principio de la Mecánica Cuántica, es posible que, por ejemplo, al patear una pelota de fútbol, la elevemos hasta la estratosfera o más allá. ¿Por qué? Porque, por muy pequeña que sea esta posibilidad, existe una remota probabilidad de que esto realmente suceda. ¿Qué esa posibilidad sea casi cero? ¡Es correcto! Sabemos que sería sumamente difícil que enviáramos la pelota hasta la estratosfera. Pero, ¿sería imposible? ¡No! ¡Ya que la propiedad fundamental de la materia está dada por una simple probabilidad de existencia! La materia no es; sólo tiene tendencia a ser. Este criterio también se puede aplicar a los humanos y afirmar que no somos nada más que un resultado en particular, de entre las múltiples probabilidades de existencia. ¿Podríamos viajar el próximo año a la Luna? ¡Por supuesto que sí! Sería algo sumamente difícil que ocurriera, ¡más no imposible!
Como un segundo ejemplo de necesidad de cambiar nuestros paradigmas, veamos el siguiente caso: ¿De qué color es una rosa roja?   Medite su respuesta, por favor.
Esta no es una pregunta capciosa, ni nada por el estilo. La pregunta tiene como objetivo, precisamente, romper un paradigma. Como hemos visto antes, intentar romper un paradigma no es cosa sencilla. Nos rondan por todas partes y forman la base de todas nuestras creencias; sobre todo, de las más profundamente arraigadas en nuestra mente.
En efecto, una rosa roja… ¡no es roja! Los humanos la vemos roja, que no es lo mismo, ni se escribe de igual manera. Para comenzar ¿qué es rojo? Intentaremos explicar un complejo fenómeno en palabras sencillas:
Los objetos absorben y reflejan la luz solar de forma distinta, dependiendo de sus características físicas, como su forma, composición química, estructura molecular, etc. El color que percibimos en un objeto, es la parte de la radiación solar que incide sobre el cuerpo y que éste refleja. Todo cuerpo absorbe unas radiaciones al tiempo que refleja otras. Es decir, un cuerpo blanco se caracteriza porque refleja todas las longitudes de ondas de la luz provenientes del sol. Un cuerpo negro, por el contrario, absorberá todas las longitudes de onda que componen la luz solar. Nosotros captamos esos “rebotes” de las diferentes longitudes de onda, por medio de los ojos gracias a su estructura. Si los rayos de luz atraviesan al objeto, éste se hace invisible. Es decir, traslúcido, entonces eso nos indica que los rayos de luz de las diferentes longitudes de onda, han sido refractados, en otras palabras, han atravesado el objeto sin ser ni absorbidos ni reflejados.
Las células sensoriales de la retina (fotorreceptores) que reaccionan de forma distinta a la luz y los colores, reciben el nombre de bastones y conos respectivamente. Los bastones se activan en la oscuridad, y sólo permiten distinguir el negro, el blanco y los distintos grises. Nos permiten percibir el contraste. Los conos, en cambio funcionan de día y en ambientes iluminados, y hacen posible la visión en los colores. En realidad hay tres tipos de conos; uno especialmente sensible a la luz roja, otro a la luz verde y un tercero, a la luz azul (RGB). Cada Cono está conectado individualmente con el centro visual del cerebro por medio del nervio óptico. La combinación de estos tres colores: rojo, verde y azul es suficiente como para ver unos 20 millones de colores distintos. Así por ejemplo el naranja es amarillo con un poco de rojo y el violeta rojo con un poco de azul. Es en el cerebro donde se lleva a cabo esta interpretación.
Los daltónicos no distinguen bien los colores por fallo de los genes encargados de producir los pigmentos de los conos. Así, dependiendo del pigmento defectuoso, la persona confundirá unos colores u otros. Por ejemplo si el pigmento defectuoso es el del rojo, el individuo no distinguirá el rojo ni sus combinaciones. También puede darse el daltonismo por falta de un tipo de cono, teniendo así solo dos.
Si queremos una explicación un poco más detallada del asunto, aquí les va: el color rojo es el resultado del contacto de una determinada frecuencia de onda (incolora) con algunas células de la retina humana, en las cuales se encuentra una molécula particular en nuestra especie, la Rodopsina, la cual se rompe al contactar con esa específica frecuencia de onda. Al romperse, se produce un potencial de acción, o descarga eléctrica, que viaja por el nervio óptico, pasa la cintilla óptica dentro del cerebro y de allí llega a la Cisura Calcarina en el Lóbulo Occipital, generando una inversión del potencial eléctrico de membrana de algunas células con los cambios iónicos de sodio (Na), potasio (k), Calcio (Ca) y otros. Eso “se siente” como “rojo”. Cualquier cambio en el proceso, alterará el resultado, si no hay rodopsina sino otro componente químico por ejemplo, o si en vez de tres tipos de conos hay uno o cuatro, lo que se percibe, cambiará.
Por ejemplo, sabemos que los perros no ven el rojo ni el verde, por lo tanto una rosa roja para un perro estará dentro de algún matiz de lo que los humanos llamamos amarillo o en algún tono de gris. Una gran parte de lo que los humanos vemos como verde, es claramente blanco para perros y gatos. Un prado de flores rojas es visto por las abejas con un nítido color negro, pues no ven el rojo como los humanos. Los pulpos y tiburones al igual que los mapaches o las salamandras no pueden ver color alguno.
Un inmenso árbol que cae en medio del bosque y nadie lo escucha, ¿hace ruido al caer? Sin un aparato auditivo, no existe la cosa que conocemos como “ruido”. Igualmente, no sabemos, ni podremos saber nunca, de qué color es la rosa roja, de hecho no existe tal cosa como “rojo” más allá de la unión de una onda incolora interactuando con un cerebro humano vivo. La pregunta en sí misma es una pregunta mal hecha.
Nuestro cerebro procesa el mundo de “ahí” fuera de una determinada manera, limitado por las características que nos son inherentes como seres humanos. En sentido estricto, la flor roja, no es roja, la vemos roja los humanos. Y a eso lo llamamos realidad. Construimos nuestro universo personal y creemos que en realidad es así. Un inmenso universo sin colores y totalmente silencioso, es lo más aproximado a lo que realmente está fuera de nuestra manera de percibir. Esto podría darnos miedo, o hacernos pensar que perdemos algo al trascender el pensar y el percibir, pero realmente es al revés, solamente que es inefable. No es posible describirlo con palabras, lo que más se le podría parecer es una profundísima sensación de alegría o un estado de amor o enamoramiento intenso y profundo.
Cuando pensamos en estas cosas y nuestra mente se sumerge en el espacio entre los pensamientos, nos percatamos de una extraordinaria sensación de plena llenura vacía, de una intensidad no imaginada en nuestro cotidiano funcionamiento mental. Potencialidad absoluta, más allá de los sentidos y del pensamiento discursivo. Realidad, Realidad Verdadera, que nos deja atónitos, repletos de la llenura vacía que se logra al trascender los límites del pensar y del limitado percibir de los sentidos, nuestros sentidos.
Y hablando de vacíos, el término “vacío” es, sin dudas, un término de gran complejidad, cuyo significado puede ser analizado tanto desde un punto de vista completamente científico y empírico, así como también desde un punto de vista social y psicológico. En lo que respecta a su definición específica, el vacío es la falta absoluta de materia, aquél espacio en el cual no existe nada, ningún ser vivo ni tampoco materia muerta. En el planeta, los lugares físicamente vacíos son muy difíciles de encontrar aunque la sensación de vacío puede ser generada recurriendo a determinados mecanismos. Como podemos ver, de nuevo se presenta el carácter relativo de las cosas.
El vacío físico y natural, tiene que ver, entonces, con la falta de materia. Esto quiere decir que no puede existir ni agua, ni tierra, ni fuego, ni aire en el espacio dado. En términos científicos, el único lugar en el cual estas condiciones de completo vacío han sido encontradas es, justamente, el espacio exterior inmediato que rodea a la Tierra y al cual se llega luego de cruzar la atmósfera terrestre. Allí, la absoluta falta de materia genera condiciones completamente diferentes a las que estamos acostumbrados aquí en nuestro planeta.
Sin embargo, el vacío físico también puede entenderse como los espacios en los que no hay aire a pesar de haber otra materia. Tal es el caso de los productos envasados al vacío. Muchas otras situaciones y circunstancias también denominadas de “vacío” existen con el fin de analizar, comprobar u obtener determinados resultados.
Pero tal como dijimos al principio, el vacío no es sólo un fenómeno físico o natural. En muchos casos, el término vacío es utilizado para hacer referencia a estados emocionales o psicológicos de las personas. Sentir el vacío emocional, profesional, laboral o de cualquier tipo, significa que el individuo en cuestión, aunque se encuentre rodeado de gente por todas partes, no encuentra el sostén del cual agarrarse y se siente, por tanto, perdido en el día a día de la sociedad en la que vive. Es como si sintiera la ausencia de aquello que otras personas poseen con facilidad. Esta penosa y dolorosa situación es muy característica de las sociedades actuales, en las cuales la vorágine de la vida cotidiana, el stress, la falta de verdadera comunicación, el individualismo y el materialismo, la ausencia de metas u objetivos, el desamor, son rasgos que contribuyen a hacernos sentir vacíos de esencia en determinados momentos de nuestra vida.
Tampoco es posible colocar un trozo de horizonte o del arco iris sobre la mesa de estudio, pero pueden describirse las formulaciones matemáticas que dan lugar a estos fenómenos. Sólo es una cuestión de conocimientos, nada más.  Y en última instancia, de información. Por otro lado, aceptamos que ciertos objetos tienen existencia física independientemente de nuestra capacidad de observación. Por ejemplo, la Tierra existía antes de que apareciera la vida inteligente sobre ella, pero el horizonte, es algo que sólo tiene sentido para un observador
La Física contemporánea se funda básicamente en dos teorías principales, la teoría de la relatividad general y la Mecánica Cuántica, aunque ambas teorías parecen contradecirse mutuamente. Los postulados que definen la teoría de la relatividad de Einstein y la teoría detrás de la Física Cuántica están incuestionablemente apoyados por rigurosa y repetida evidencia empírica. Sin embargo, ambas se resisten, por el momento, a ser incorporadas dentro de un mismo modelo coherente. De nuevo, otro ejemplo de la relatividad de las cosas. Lo dicho: ¡Nada es lo que parece!


Referencias:
http://www.definicionabc.com/general/vacio.php
http://artevisa.blogspot.com/2010/01/por-que-vemos-los-objetos-de.html
http://www.mantra.com.ar/contmanifestacionesenergeticas/queeslafisicacuantica.html