sábado, 4 de diciembre de 2010

"ELLA, O LA INCONGRUENTE REALIDAD DE LA IMAGINACIÓN"


ELLA, O LA INCONGRUENTE REALIDAD DE LA IMAGINACIÓN
Por: Elmor Zillón Blanco
El poeta que vino de la oscuridad



    Caminaba yo, distraídamente atento por el bordillo, cuando me sorprendí a mí mismo observando la abigarrada y uniforme muchedumbre que llenaba la desierta avenida. De pronto, en un eterno instante, oí que me llamaban por mi nombre con una voz distinta a la mía. Sin dejar de caminar, con pausada rapidez, describí un giro de 360 grados y de pronto me topo cara a cara, boca a boca, y pie a pie, con ELLA. Como en una imaginaria fábula, me llené de su dulce belleza inhóspita.  Verla tan hermosamente desgarbada,  luciendo, majestuosa, como una reina de belleza, su habitual desaliño, fue más de lo que mi pobre corazón podía soportar. Creí que mi alma desfallecería de tanto amor. ¡Pero no pudo ser!  Mi pobre corazón, sin haber muerto aún,  resucitó completamente vivo después de haber bajado al frío averno. ELLA, con su cálida frialdad, me miraba con sus ojos cerrados, como diciéndome sin decirlo que la siguiera con mis propios pies. Tranquilamente alarmado ante su tímida osadía, me dije mentalmente en voz alta, que éste debía de ser mi día de suerte. Voluntarioso como un autómata, seguí su estela que, cual buque mercante, deja su honda huella en el sinfín infinito del mar océano y penetramos en el parque ubicado al final de una lejana cercanía. Caminé tras ella hasta que nos detuvimos frente al broncíneo monumento de piedra levantado en memoria de aquel glorioso soldado desconocido que había muerto cuando estaba vivo, y cuyo cuerpo, inmortal como los dioses del Olimpo, nunca fue encontrado. Después, tampoco fue hallado entre los difuntos que murieron el día de su muerte.
Luego, en silencio, ELLA me pidió en voz alta que la esperara sentado de pie junto a la estatua ecuestre del glorioso caminante –tal parece que en aquella época aún no se habían inventado los caballos–. Afuera, en la calle, hacía un frío veraniego que congelaba las palabras antes de ser pronunciadas. Adentro también hacía calor. Al mismo tiempo que  camina con sus alados pies, flotando con rumbo desconocido hasta el sitio donde me encuentro saboreando un delicioso helado caliente,  ella sonríe  como sonriendo  y suspira como suspirando por las cálidas delicias de un café helado. Tal como errante lucero que brilla en el cielo encapotado de una noche primaveral de verano, la imagino riendo  y  bailando al son de la música dibujada con arte y maestría en el canto matutino de las aves nocturnas  que pululan por doquier en el frondoso y agostado desierto de mi alma enamorada. Tan delicioso es el sabor del insípido amor que ella inspira en mí,  que se puede comparar  con la profunda hendidura que traza el afanoso labriego en  la negra y fértil tierra  de un erial seco y espinoso.
Terminando  de disfrutar el exquisito helado caliente, me dediqué a escuchar el libro escrito con letras y símbolos que mi amigo Pedro me había obsequiado la mañana siguiente y que debía devolverle esa misma tarde. Al otro extremo de la plaza, un grupo de música Rock, el Heavy Light Metal Music, deleitaba con su música gregoriana a una nutrida concurrencia calculada entre 12 y 13 personas. Al fondo se oía el aullar de las palomas y el trinar de los perros callejeros que, uniéndose al unísono espontáneo del armonioso vaivén de las ondas sonoras que, ilusionadas,  dibujaban en el espacio etéreo, un sublime ruido semejante al aullido de una bandada de mariposas, danzaban, inmóviles al compás de la celestial música. De pronto miré al otro lado del ocaso y con pálido rubor me percaté que el sol comenzaba a levantarse en el horizonte, abrazándonos con su oscura luz primaveral. Yo mismo me sentí superficialmente conmovido en mi interior.
Recién había terminado una feliz relación tormentosa con una fémina mujer que me había llevado al borde del auto suicidio. Apenas iniciaba el comienzo a una nueva vida. Una nueva vida que me traería novedosas nuevas. Una vida que me traería una alegre felicidad o una feliz alegría. ¡No importa cuál de las dos bendiciones llegara primero! ¡Lo que importa es saber llegar! Sentía renacer mis vanas esperanzas. Ahora sentía que podría sentarme a esperar lo inesperado. Sabía que el futuro porvenir algún día habría de llegar. 
Reponiéndome con presteza de mi claustrofobia mental, y actuando con obligada espontaneidad, me acerqué caminando con mis propios pies, donde estaba ELLA. Tenía que decirle la verdadera verdad. La verdad lisa y llana. Sin elevaciones ni depresiones. Tampoco podía presentar arbustos ni abrojos. Tenía que sacar fuera de mí, todo lo que sentía en el fondo de mi humilde corazón. Un corazón enamorado que hacía circular mi roja sangre por estrechas venas y avenidas con un solo motivo: amarla a  ELLA como tantos otros la habían amado antes que yo.  Aunque me despreciara por mi cobarde audacia, tenía que hablarle hoy mismo. No podía ser otro día. ¡Mañana ya no sería hoy! ¡Oh, nefasto destino el mío que me ha premiado con mi negra suerte! Entonces, sacando fuerzas de mi debilidad, le dije con dulzura: ¡Detente un momento fugaz, que tenemos que hablar!  
ELLA me miró con su atenta indiferencia como pensando en otra cosa y se levantó de su asiento. Al ponerse de pie me percaté, por vez primera, que era una mujer alta de mediana estatura. De pie, su espalda se notaba ligeramente muy encorvada. Poseía el secreto encanto de una rara e indescifrable belleza. De la belleza propia de la mujer nativa nacida en lejanos países. Al caminar, cojeaba de ambos pies. Su imagen me recordaba la grácil figura de un pesado y alado ser mitológico que habita en el multitudinario desierto de Ulises y Odiseo. En su armonioso y desquiciado andar, cual Helena de Troya, envidiada por la misma Cleopatra, se notaba una oculta y resplandeciente belleza interior. No era la primera vez que  presenciaba tan mágico espectáculo que nunca antes había visto.
—Ante semejante visión imaginaria, mi alma, impertérrita, se postró de pie ante Ella; y siendo yo un ateo devoto, sentí la inminente necesidad de auto arrodillarme ante el altar del Creador y llenarme de su helado fuego celestial. Busqué desesperadamente en mi memoria la dirección electrónica de una cercana iglesia apócrifa o de un pecaminoso bar cuando de pronto, repentinamente, veo con mis propios ojos un arbusto verde con flores anaranjadas de color rosáceo. Sus pétalos también eran del mismo color grisáceo verdoso. Sin querer, caí de bruces ante semejante aparición. Permanecí echado en esa extraña posición un rato eterno. Me sentía excitadamente calmado, en paz conmigo mismo. ¡Qué delicioso y perturbador momento! De pronto, sentí como si una corriente de agua líquida y tibia mojara mi cara. Creí que era el mismo padre celestial quien, amoroso, enviaba su tierno rocío matinal para bendecirme. ¡Qué sublime sensación! ¡Qué glorioso momento! ¡Me sentí casi al borde del paroxismo! ¡Me sentí en pleno éxtasis extasiante! ¡Qué momento tan inolvidable! Levanto mi cara al cielo para agradecer tan sublime acto, cuando me percato que un horrible ser humano, beodo y borracho descargaba su horrible vejiga sobre el arbusto desde el lado contrario al sitio donde me encontraba echado. Al instante, y con calmada rapidez, le grité en silencio al oído, todo el desprecio que me merecía aquel hombrecillo por orinar en la calle. Miré alrededor mío, como buscando encontrar algún e inesperado desconocido objeto.  Tan desconocido era lo que yo, afanoso, buscaba, que yo mismo, en persona, no sabía qué cosa era aquello lo que deseaba encontrar. Después de una infructuosa búsqueda, pude encontrarlo completamente. Yo no sabía qué cosa era, pero lo encontré. Levemente más turbado que gato escaldado, y secándome la cara con la manga de mi camisa, regresé donde estaba Ella y la estreché entre mis brazos. Me pidió que no. Que otra vez sería la primera vez. No estaba seguro si se refería a mí o a otra persona. Con veloz precaución, la liberé de mis propios brazos y me aleje un poco definitivamente de su presencia. Le conté que la amaba desde que era un niño en mi infancia. Le hablé en silencio de mi realidad virtual. Le dije que desde hacía mucho tiempo inmemorial, sentía hacia ella una antipatía simpática que lentamente fue tornándose instantáneamente en un amor eterno para toda la vida. Le hice saber que su sola presencia me provocaba un dolor exquisito e insoportable en el corazón.  Le juré que la amaría mientras estuviese vivo o que la amaría hasta el día que muriera.
    ¡ELLA era la mujer que me hería tiernamente! ¡Sentía que ELLA me convertía en un inquieto ser dominado por la deliciosa inercia de un eterno movimiento inmóvil! ¡Cuando Ella me dirigía sus luminosas palabras con glacial ardor, yo sentía que me elevaba hasta las profundidades de la plana llanura, para luego hundirme en el pináculo del amor! ELLA representaba, en mi alocado devenir por allá, o por acá, la breve eternidad de una estrella fugaz.
Le insistí con insistente insistencia, que era Ella, el lucero mañanero que, en el cielo encapotado de una noche tormentosa invernal, ilumina la resplandeciente oscuridad con su apagada y nívea luz. Desde que la había conocido, dos semanas atrás, estaba convencido que ELLA era el amor de mi vida. Podía decir que la había amado toda la vida. En ese momento, olvidando todas las inútiles buenas costumbres adquiridas en largos años de penosa y lamentable vida libertina, deseaba con frío ardor que ELLA se convirtiera en mi dueña y señora esclava mía.  Pero no tuve la tímida valentía de los lerdos audaces. ¡Oh! ¡Malvado y  bendito influjo Cupidiano que ELLA ejerce sobre mi penosa e ilustre vida! ¡Qué cruel y tierno me resultaba aquello! ¡Sin saberlo, ELLA hace que yo me convierta en el poeta de la oscuridad que resplandece  en medio de los áureos rayos del dios Febo! ¡Qué grande y milagroso poder tiene el inodoro y fétido amor con su fértil e infecunda fragancia!
    ¿Cómo puede una persona enérgicamente parsimoniosa como yo, mostrarse tan incapaz a la hora de expresar sus sentimientos más etéreos? Pues, ¡No lo sé! ¡Sólo sé que al tratar de hablarle sentía que el aire me asfixiaba. Sentía que el aire me ahogaba. ¡El aire no me dejaba respirar!  Me sentí felizmente frustrado cuando al mirar el embrujo de su rostro angelical, ELLA, taciturna y alegre me decía palmariamente que probablemente no había escuchado nada de lo que  estábamos platicando. ¡Qué espléndido sentimiento de amor me invadió! ¡Un hermoso sentimiento de amor tierno y desgarrador se había adueñado de mi ser!  ELLA me había herido en el corazón. ¡Ella me había abierto una herida que dolía atrozmente  sin dolor, una herida que ardía sin ardor! Quise detener el tiempo. Quería dar marcha atrás para evitar que mi corazón siguiera engañándome con la incierta certeza de una falsa verdad. Sentí la necesidad de expresar un deseo: ¡oh, negra muerte! ¡Ven a buscarme! ¡Pero no me lleves todavía, que aún debo cumplir mi destino: Luchar en paz para conquistar el desierto de su amor!
    Al darme cuenta de su atenta mirada ausente, mirada que me miraba sin mirarme, me dije a mi mismo mentalmente: Elmor, estás perdiendo el tiempo, pensando y pensando.
Conturbado, miré hacia arriba como para saber si el cielo seguía allí donde lo había dejado la última vez que lo había  visto. Me sorprendió encontrarlo inmóvil en su eterno deambular sin rumbo por el espacio. En mi ignorancia enciclopédica sabía que ignoraba muchas cosas. Como no soy religioso y tampoco soy ateo,  sólo me quedaba darle gracias a DIOS por no creer en nada. Entre las infinitas alternativas que se me presentaban, sólo podía hacer una sola cosa: ¡regresar a mi casa! Sin decirle adiós, sin pronunciar siquiera una palabra hablada, me eché a caminar por la estrecha y oscura callejuela, asombrosamente ancha a esa hora del día. Con mi morral lleno de cosas vacías terciado a la espalda iba cantando en silencio acompañado de mi eterna soledad. Sólo quería llegar a mi hogar donde vivía viviendo.
¡Hacía apenas un instante, un instante infinito, que la había dejado y ya sentía una enorme nostalgia por ELLA! En el estruendoso silencio que siguió, se escuchaba el volar de una mariposa en su afán de posarse en una flor. Sentí una triste alegría al pasar cerca de una joven sentada en el hombrillo, y observar las frustradas intenciones amorosas de un zancudo tullido, que luchaba denodada y apaciblemente para clavarle su aguijón y robarle un poco del rojo líquido vital que corría por las venas de la chica. Pensando mentalmente, caí en cuenta de una triste y dulce verdad: ¡Cuando duermo es cuando observo mejor las cosas! Por tal razón, dejaré este relato aquí y lo continuaré mañana  pues estoy cayéndome de sueño. Y necesito pensar. Necesito dormir. ¡Necesito estar con ELLA!  
Ya llegó el siguiente día. Es un día nuevo. Acabo de despertar. Me he quedado dormido. ¡Dios Santo!... ¡Qué tarde es! He dormido más de lo que no acostumbro. Al cabo de un rato, de inmediato, salgo de la cama y con rapidez me visto lentamente. Al salir de casa y entrar en la calle, observo, sorprendido, que a pesar del intenso tráfico vehicular, la avenida luce completamente despejada. Para no perder tiempo, decido caminar a pie hasta mi trabajo donde laboro día a día. Debo andar 25 manzanas caminando con mis pies, para llegar al sitio donde trabajo sin hacer nada. Para evitar el cansancio y el sudor, decido ir corriendo despacio. Al doblar la esquina casi me tropiezo con una mujer ciega que, invidente, mira las luces del semáforo con sus ojos llenos de luz sin brillo, para cruzar la avenida apenas éstas cambien. Sin prestar atención a lo que ocurría a mi alrededor, miro mi reloj y con sorpresa me doy cuenta que lo tengo parado. Tuve el impulso de celebrar el hecho que hacía mucho tiempo no ocurría, pero me contuve. Con la nívea claridad que produce la presencia de un hecho confuso, me preguntaba a mí mismo: ¿Será que el tiempo se detuvo? O.... ¿será que mi reloj se me había dañado? Como si no fuese bastante con semejante duda, me acometió una nueva interrogante: ¿Estaba a tiempo para llegar a mi trabajo o iba retrasado? ¡Oh, Dios mío! ¡Qué dilema! No podía evitar preguntarme: ¡Oh! ¿Y ahora quién podrá ayudarme? ¡Y ELLA no estaba allí conmigo!
  Consciente de que mis días de infancia ya habían pasado, y por lo tanto no podría sentarme a esperar a que ningún personaje viniese en mi ayuda, me dispuse a regresar a mi hogar. Necesitaba aclarar mis dudas y mis angustias. Necesitaba pensar. No asistí a mi trabajo. Necesitaba dormir. ¡Necesitaba pensar en ELLA!
Ya era de noche oscura cuando desperté. Abrí los ojos y lo primero que me doy cuenta es que estaba despierto. Asombrosamente, estaba acostado en mi cama, en mi habitación. Afuera llovía a cántaros. Siempre llovía en raras ocasiones. Pero ese día, la lluvia era diferente. Caía una lluvia seca, hostil, empapante. Era una lluvia fría y cálida. Incrédulo, notaba que las gotas, grandes y gruesas caían afuera, en el techo de la habitación y no me mojaban, ¡ni siquiera me salpicaban!  ¡Misterios de la vida! ¿Y ELLA? ¿Estará mojándose? ¿Estará seca? ¡He allí el dilema! ¡Un nuevo dilema existencial para la humanidad humana del hombre.
A través de la ventana se veía un hermoso arco iris nocturno perfilarse contra la oscura montaña que se levantaba al fondo del valle. Pajaritos multicolores serpenteaban entre los automóviles que, inmóviles por las largas colas que se formaban en las grandes y estrechas avenidas, se apresuraban por llegar a sus destinos. Sus revoloteos y sus alegres aullidos matinales daban vida a la noche citadina y alumbraban el camino del cansado caminante quien esperaba, con peatonal y angustiada resignación, a que amainara la llovizna para abordar el transporte que lo lleve a su hogar. ¿Habrá ELLA llegado a casa?
La láctea oscuridad avanzaba inmóvil con rapidez. Las sombras de la noche cubrían con rapidez las oscuras calles de la ciudad. El olor a tierra mojada se mezclaba con el fétido perfume de las nardos y de las azucenas que a lo lejos florecían en grandes manadas en las laderas de las planas montañas que rodeaban la ciudad por un solo lado. Esta mezcla de hechos fortuitos fríamente calculados y sentimientos dulcemente contradictorios renovaron  en mi interior la eterna y efímera necesidad de verla a ELLA de nuevo. ¡Otra vez ELLA! ¡Siempre ELLA!
ELLA y yo somos absoluta y parcialmente complementarios en el amor. ELLA, tímidamente espontánea por naturaleza, con su veloz y pausado hablar, llena de palabras sus instantes de silencios y me hace sentir que cuando callada está, pareciera ausente; y hace, como por antojo, que yo, extrovertido, en mi escasa y fértil verborrea, llene de silencios mis pocas abundantes palabras. ¿No es esto complementarse en el amor? Cuando ELLA habla, yo escucho. Pero cuando yo escucho, ELLA habla. ¡Oh amor! ¡Infinito y limitado amor! ¡Mayúsculo como las dimensione  atómicas y al mismo tiempo minúsculo como el espacio sideral!
¡Eso y más que eso es ELLA para mí!    FIN.


domingo, 21 de marzo de 2010

LOS PADRES Y EL ACTUAL PROBLEMA EDUCATIVO EN VENEZUELA

¿LOS PADRES Y EL PROBLEMA EDUCATIVO ACTUAL EN VENEZUELA?
Bueno, aquí estoy otra vez. Tratando de escribir algo lógico, interesante y coherente y que de alguna manera sirva para algo o para alguien. Con su permiso, les hablaré un poco de mí. O mejor dicho, de lo que me está ocurriendo en los últimos tiempos en mi trabajo como docente. Estas líneas son inspiradas en la necesidad imperiosa de hablarles a mis actuales alumnos y en general a todos los jóvenes venezolanos que andan en la búsqueda de su destino o de su proyecto de vida
Comenzaré por el hecho cierto que en los dos últimos años, me propuse ser el mejor docente del colegio donde trabajo. (Note que no digo “de mi colegio”). Y me impuse un trabajo fuerte y sostenido en aras de lograr una formación buena, eficiente y de alta calidad en mis alumnos. Y como enseño una asignatura de ciencias fácticas, me empeñé como nunca en actualizarme desde el punto de vista técnico y científico. Busqué, analicé y reestructuré información científica y técnica que creí era necesaria y conveniente para mis alumnos y se las hice llegar aprovechando las ventajas que ofrecen las nuevas tecnologías de la comunicación; esperando que alguno de mis alumnos mostrara un mínimo interés en la información transmitida. ¡Vana esperanza! Se dio el caso, que pasaban varias semanas de publicada una información y los alumnos aún no habían hecho la primera consulta o aclaratoria acerca del material recibido. Al momento de discutir el material, menos del 50% de los alumnos había leído algo del material en cuestión. Aún hoy día, este hecho es una realidad en nuestro plantel, o al menos en los cursos que atiendo. Soy yo quien debía y aún debo hacer referencia al material publicado en la esperanza de que los muchachos se animaran a revisarlo. Sólo una fracción muy pequeña de mis alumnos se molesta en tratar de analizar la información aportada. También incluí en esta transferencia de información, mensajes formativos y espirituales atendiendo a la parte humana de mis discípulos. Creé páginas de comunicación en la red para atender con prontitud las necesidades académicas de mis alumnos y siempre estaba presto a responder a cualquier cosa que se les ofreciera. Una vez, y aunque nadie lo crea, hace casi un año atendí quejas y consultas un 24 de Diciembre en la mañana. Aún en esta circunstancia, respondí con prontitud y con gusto a las demandas de mis alumnos. ¿Era lógico mi proceder al atender esas solicitudes en ese momento? Tal vez, allí comenzaron a fallar mi sueño y mis deseos.
Alarmado y hasta angustiado por la situación de deterioro sostenido, y cada vez más acentuado, de nuestro sistema educativo y viviendo y padeciendo la alarmante baja preparación desde todo punto de vista de los alumnos que llegan a mis manos, me empeñé en un trabajo fuerte y agotador para tratar de remediar en algo la deficiente preparación académica, la desidia, el desinterés y el poco estímulo al logro y al esfuerzo que presenta un gran porcentaje de los actuales alumnos de la institución donde laboro. Esto pasaba por mantener, o, si era posible, aumentar el nivel de exigencia en mi asignatura. Debido al bajo nivel académico de las últimas camadas de alumnos que llegan a mis manos, lo segundo no fue posible por lo que tuve que conformarme con lo primero: mantener, al menos, el nivel de exigencia en mis clases.
He tratado, con afán, que mis alumnos respondan exitosamente a cuestiones elementales, básicas, casi rutinarias. Las mismas cuestiones a la que respondían con relativo éxito los alumnos del mismo plantel hace 4, 5, ó más años atrás. Mismas cuestiones que respondían con abundantes éxitos alumnos de hace 10 ó más años atrás. Alumnos aquellos que sembraron en la mayoría de sus Profesores una sensación de orgullo y de alegría porque veíamos reflejados en ellos, el éxito de nuestro trabajo. Guardo en mi corazón y en mis recuerdos un montón de nombres de tales muchachos. Muchos de ellos me enseñaron cosas y hasta llegaron a sembrar en mi persona un sentimiento de admiración por su calidad como alumnos y sobre todo, como personas. Y por favor, le ruego a mis escasos lectores que no me vengan con el cuento mediocre de que “todo tiempo pasado fue mejor” Eso sólo sirve para tratar de justificar la mediocridad.
Pero, todo este esfuerzo se estrellaría contra un muro invisible, pero casi palpable del escaso interés del alumnado actual por lo que llamamos su propio “Proyecto de Vida”. Un alumnado cada vez más acostumbrado al facilismo y a la sobreprotección a la que lo han ido acostumbrando las actuales tendencias educativas del estado venezolano. Este sistema educativo, orientado en unas premisas desfasadas con la realidad mundial y de espalda a los intereses nacionales actuales, promueve una educación donde el estímulo al logro, la superación personal y la recompensa al esfuerzo propio, brillan por su ausencia. Un sistema educativo en el cual, un Ministro de Educación de turno declara en algún momento que “la educación no debe servir como un medio de ascenso social” está irremediablemente condenado al fracaso. Un sistema educativo que cuenta con la indiferencia y desinterés, y hasta con la “complicidad” consciente o inconsciente del PADRE o REPRESENTANTE quien traslada al docente y a La Escuela, el mayor peso de la formación y preparación de su hijo o representado olvidando el irrefutable hecho de que “LA EDUCACIÓN COMIENZA EN CASA”
Como afirma Alejandro Dolima en sus apuntes sobre “El Aprendizaje”:…. “En los últimos años han aparecido en nuestro medio numerosos institutos y establecimientos que enseñan cosas con toda rapidez: "....”haga el bachillerato en 6 meses”,….” vuélvase perito mercantil en 3 semanas”,….. “avívese de golpe en 5 días”,……” alcance el doctorado en 10 minutos....."
“Quizá se supriman algunos... detalles. ¿Qué detalles? Desconfío. Yo he pasado 7 años de mi vida en la escuela primaria, 5 en el colegio secundario y 5 en la universidad. Y eso a pesar de que he malgastado algunas horas tirando tinteros al aire, fumando en el baño o haciendo rimas chuscas, o enamorando chicas en los pasillos de la Universidad o simplemente disfrutando algunos de los placeres de la vida, ME DEDIQUÉ DE LLENO A MI CARRERA UNIVERSITARIA”….. “Y no creo que ningún genio recorra en un ratito el camino que a mí me llevó decenios”.
¿Por qué florecen estos apurones educativos? Quizá por el ansia de recompensa inmediata que tiene la gente. A nadie le gusta esperar. Todos quieren cosechar, aún sin haber sembrado. Es una lamentable característica que viene acompañando a los hombres de este país desde hace algunos años. Las carreras cortas y los cursillos tienen su utilidad, no lo niego. Todos sabemos que hay muchos que han perdido el tren de la ilustración y no por negligencia. Como afirma el mismo Dolima, “todos tienen derecho a recuperar el tiempo perdido”. “La ignorancia es demasiado castigo para quienes por falta de oportunidades, tenían que laborar mientras uno estudiaba”. “Pero los otros, los buscadores de éxito fácil y rápido, no merecen la preocupación de nadie. Todo tiene su costo y su sacrificio y el que no quiera afrontarlo es un carroñero de la vida”. Soy un convencido y así lo manifiesto públicamente, que aquel que no se sienta con ánimo de vivir la maravillosa aventura de aprender, es mejor que no aprenda. Debería sincerarse ante la vida y ante sus padres y dedicarse a otra cosa que verdaderamente llene sus expectativas de vida.
Así las cosas, pienso y siento que las últimas promociones de alumnos de bachillerato y en especial los actuales alumnos que están por egresar de educación media no son otra cosa sino una buena expresión de la pobre calidad del sistema educativo venezolano: alumnos pre universitarios que no saben leer; que escriben muy mal; alumnos que, en su mayoría, son absolutamente incapaces de redactar una idea; sin capacidad de elaborar abstracciones; totalmente incapaces de analizar una situación dada y menos establecer relaciones y/o conclusiones acertadas y aún menos competentes a la hora de evaluar tal o cual situación; para resumir: alumnos casi incapaces de seguir unas instrucciones escritas por muy elementales que sean no son precisamente motivo para sentir ningún tipo de orgullo a nadie.
Ahora bien: ante este triste panorama, ¿debemos concluir que el estudiantado de nuestro plantel es menos competente que los anteriores estudiantes de su mismo nivel? ¿Debemos concluir que nuestros estudiantes no están estructuralmente capacitados para ser alumnos exitosos, creativos, críticos y sobre todo, pensantes? ¿Debemos creer que ahora no existen alumnos capaces de “corregirle la plana” a alguno de nosotros, los docentes? ¿Ese tipo de alumnos es una especie en extinción? ¡Nada más lejos de la realidad! El año pasado tuve el privilegio de trabajar con un grupo de alumnos casi especiales. Un grupo de alumnos muy competentes e inteligentes. Un grupo de alumnos que, en un momento dado pudieron haber asumido las clases de mi materia si yo hubiese tenido la necesidad de ausentarme del plantel. Y estoy convencido de que lo más probable, es que hubiesen mantenido un buen nivel académico. Lo malo es que este grupo de jóvenes no llegó a representar más de un 20% de la totalidad de mis alumnos en ese momento.
Nuestros estudiantes, en su mayoría, tienen un inmenso potencial intelectual. Tienen un nivel de inteligencia y una capacidad cognitiva y cognoscitiva equiparable al de los estudiantes del mismo nivel de otros países más desarrollados que el nuestro. Sólo que entre la política educativa oficial imperante en Venezuela; la deficiente preparación académica e intelectual que presentan un alto número de docentes venezolanos; la aplicación de filosofías educativas desconectadas de la realidad nacional y mundial y la no comprensión de la verdadera situación de la educación venezolana por parte de muchos padres y representantes, aunado todo esto a los nuevos valores sociales transmitidos por los medios de comunicación de masas, oficiales y privados, y hasta por la misma sociedad venezolana, hemos logrado una generación de estudiantes mediocres, mal preparados, memorísticos y repetitivos; sin incentivación al logro y al esfuerzo, incluso, creo que hasta sin una verdadera motivación y que no son otra cosa que el producto de nuestras propias incompetencias. Esta es la generación de estudiantes que está ingresando a las universidades nacionales; las cuales a su vez, han visto disminuir su excelencia educativa. Lo más alarmante aún: ¡Ésta es nuestra generación de relevo!
Por supuesto, como es de esperarse en toda actividad humana, se cometen errores: en ocasiones hieres o lastimas a un joven alumno con tu rudeza o cuando le hablas en tono firme. Esto no significa que quiera justificar tal o cual comportamiento que derive en –o que pueda verse como- un maltrato verbal consciente o inconsciente en contra de nuestros alumnos. Nada más lejos de mi intención. Lo que me gustaría es que se comprenda la situación y todo lo que lleva implícito una actividad de enseñanza-aprendizaje con gente inexperta y con escaso interés en sus estudios. ¿Cómo evitar estas situaciones tan volátiles? ¿Vale la pena seguir desgastando tu salud mental y tu equilibrio emocional sólo para que tus alumnos aprendan y adquieran un valioso entrenamiento? ¿No es mejor asumir una posición más cómoda y más tranquila y entonces realizar las actividades educativas con carácter demostrativo solamente? ¿Debemos realizar las actividades pedagógicas con carácter demostrativo donde el docente demuestre sus habilidades y sólo él trabaje mientras los alumnos se convierten en meros espectadores en vez de participantes y hacedores como ha sido hasta ahora? Así, habría menos problemas ya que se elimina la tensión y el stress del trabajo educativo. Ya no se tendría que inducir nuevas conductas científicas en alumnos que optan al título de “Bachiller en Ciencias”; ni llamarle la atención a algún alumno que cometa algún error o imprudencia; ni correr el riesgo de maltratar a nuestros alumnos. Los alumnos no tendrían necesidad de aprender nada. ¿Así todos seríamos más felices? ¿Es esta la solución?
Si a este estado de cosas le agregamos que por un motivo u otro, un número significativo de docentes del plantel donde laboro han optado por dejarse llevar por la corriente y han asumido un papel permisivo y facilista con sus alumnos; entonces ya podemos imaginarnos el producto de esta lamentable situación. Muchos de mis compañeros docentes, la mayoría muy calificados y competentes, quizá para evitarse problemas y/o desagradables ratos con los padres y representantes y hasta con las autoridades del plantel, o tal vez cansados y hastiados de la situación aquí planteada, hemos inventado y promovido una serie de nuevas técnicas evaluativas: Pruebas en parejas y hasta en tríos; Pruebas en parejas y a libro abierto; Pruebas con “propuestas de exámenes elaboradas por los mismos alumnos”; etc. En este punto debemos incluir las respectivas repeticiones de pruebas aplicando las mismas “técnicas” y sin dejar de mencionar el hecho irrefutable de que la mayoría de las veces se aplican, en “las repeticiones” las mismas pruebas originales y los resultados obtenidos no distan muchos de los resultados iniciales.
Tales “técnicas”, en su estado y filosofía más pura, tal vez sean convenientes y avanzadas; pero dados los resultados a la vista, dudo mucho de sus virtudes, si es que tienen alguna. Todavía estoy por enterarme si ha habido alguna protesta de algún padre o representante exigiendo que la evaluación académica sea aplicada siguiendo los parámetros normales o al menos pidiendo explicación sobre las “virtudes” de estas nuevas formas de evaluación. Tengo la impresión de que, para la mayoría de los padres y/o representantes, lo que importa es que su hijo o representado apruebe la asignatura o el curso. Sólo se cuestiona a aquellos docentes donde se presentan “problemas de rendimiento” o de “índice de reprobados”.
También, y esto hay que decirlo con responsabilidad, por lo general se buscan excusas – no las verdaderas razones académicas- para lograr los fines propuestos: que el estudiante apruebe, como sea, la asignatura en cuestión o el curso respectivo. Por otro lado, es triste y patético constatar el comportamiento de algunos alumnos durante las pruebas académicas. Si a manera de chiste, o de humor negro, establecemos alguna relación entre los métodos de copiarse en una prueba por parte de alumnos de años atrás y los actuales estudiantes de ahora, veremos que hasta en eso, éstos últimos llevan las de perder. Algunos de mis actuales alumnos se copian hasta con descaro e impudicia e incluso con muchas torpezas. Cuando aplico alguna prueba en los cursos que atiendo, les digo a mis alumnos que yo no soy policía; que los únicos que necesitan que los vigilen y los cuiden son los delincuentes. A unos cuantos de ellos esto le resbala y se copian como si tal cosa fuera lo más natural del mundo. ¡Qué tristeza! Y pensar que en ocasiones tienes quejas en tu contra por parte de tales alumnos y sus representantes. Peor te sientes cuando la directiva del plantel, quizás por temor al actual estado de inseguridad jurídica existente en nuestro país y para evitarse problemas, oye o presta oídos a tales quejas cuando jamás se han molestado en realizar ni siquiera una supervisión a tu trabajo como docente y sólo cuenta con referencias de terceras personas.
Para rematar, y es lo más grave aún, tenemos que lidiar con frecuencia con el papel sobreprotector que han asumido un alto porcentaje de padres y representantes. Este, a mi entender, debería ser el punto clave a atacar a la hora de tratar de romper el círculo vicioso que está “alienando” –para emplear un término muy común en la jerga comunista o socialista, muy de moda por estos lares patrios- o “deformando” académicamente a nuestros estudiantes. Sin querer herir susceptibilidades ni entrar en polémicas con nadie, hay que señalar que muchos padres actuales han perdido el sentido de ser padres y se comportan, tal vez sin darse cuenta de ello, no como padres sino como “amigo” o “compañero” de su hijo. Avalando y hasta justificando sin mayor análisis ciertas conductas y/o resultados académicos de sus hijos o representados. ¿Cuántas veces he oído en boca de representantes decir la frase: “Mire Profesor, lo que pasa es que a mi hijo no le “entra” tal o cual materia”? Incluso en su “justificación” llegan al extremo de sugerir que su hijo es incompetente y que al final de cuentas, el joven o la joven no va a estudiar su asignatura sino Diseño Gráfico, o Gastronomía o Administración de Empresas en la Universidad; por lo que no aprobarle tal o cual asignatura es el mayor sin sentido de la historia y hasta una injusticia para con el muchacho en cuestión. ¿Acaso no se dan cuenta de semejante barbaridad? ¿Es que son incapaces de percibir el daño que le están infringiendo a su propio hijo o representado? Con este criterio y con este pobre comportamiento convierten lo que puede ser un DIAMANTE de altos kilates en una simple piedra de bisutería. En este punto no puedo evitar pensar en una imagen ya común en el quehacer diario de la actual escuela: Antes, hasta hace pocos años, el alumno debía justificar ante el maestro y delante de sus padres su mal rendimiento académico. Ahora, como si fuéramos un país de comiquitas, es el maestro quien debe explicar a los padres el porqué de las bajas calificaciones escolares obtenidas por el alumno, quien siempre lleva las de ganar.
Aceptemos que los tiempos cambian; aceptemos que se deben buscar nuevas orientaciones que superen viejos y anticuados paradigmas; aceptemos que es necesario un cambio en el sistema educativo que mejore la calidad de nuestros alumnos. Pero, cambiar para mejorar es una cosa y otra muy diferente es disminuir la calidad del proceso enseñanza-aprendizaje en aras de cumplir con los supuestos preceptos de una nueva filosofía política. Los papeles se han invertido. ¿Acaso una nueva escala de valores se perfila en el horizonte? Para rematar: si a todo esto le sumamos mis propios errores e imperfecciones como docente y como persona, entonces, me pregunto: ¿Qué será de la vida académica en un futuro a corto y mediano plazo de nuestros estudiantes?...... ¿Cómo puedo ayudarlos?........ ¿Será que estoy equivocado?...... ¿Será que estoy desconectado de la nueva realidad social venezolana?..... ¿Será que ya es hora de dejar ser necio y buscar nuevos derroteros?..... ¡Qué desagradable es sentirse parte de una sociedad de cómplices!
¿Cómo resolver esta situación tan delicada que presenta la educación venezolana? Hay 5 factores que inciden en el desarrollo educativo de nuestro país:
1.- El Estado Venezolano como garante y promotor del derecho de todo venezolano de recibir una educación cónsona con los preceptos establecidos en nuestra Constitución Nacional. Como sabemos, este concepto de ESTADO VENEZOLANO, ha venido siendo cambiado poco a poco; y en forma ilegal, se ha confundido de facto con el concepto de Gobierno Nacional. En consecuencia, para desgracia de nuestro país, las necesidades políticas del gobierno de turno son tomadas, sin ningún tipo de consenso, como necesidades del ESTADO VENEZOLANO con las terribles consecuencias que esto acarrea. Ya todos conocemos el futuro que los actuales dirigentes visualizan para nuestra nación.
2.- La sociedad venezolana que es la más interesada en que su educación marche por los caminos que conllevan a la mejora y fortalecimiento continuo de esa misma sociedad, pareciera ver con indiferencia el rumbo que el actual gobierno nacional, en nombre del Estado Venezolano le está imprimiendo a la educación de los niños y jóvenes de nuestro país. Este sentido de mejoras, de adelantos, sólo es posible en una sociedad avanzada con claro sentido de lo que se quiere y cuál es el camino a seguir. Pienso y siento que este sentido adecuado y correcto de concebir la sociedad, aún no existen en un alto porcentaje de la población venezolana. Pienso que los que están llamados a marcar pautas al país, los que están obligados a señalarle el rumbo al pueblo venezolano (presentes y pasados) han hecho un triste y pobre trabajo. ¡¡Están reprobados!! Sin embargo, una fracción importante de la sociedad venezolana da muestra de estar consciente hacia dónde nos dirigimos como país, pero su trabajo, o mejor dicho, su lucha, no es, lamentablemente, acompañada ni apoyada por la gran mayoría de los venezolanos
3.- La escuela debe ser, en común acuerdo con los diversos actores sociales, un factor de cambio. Pero un factor de cambios positivos, hacia adelante, futurista y en aras del bien estar, el bien ser y el bien tener. Cuando se quiere politizar la educación, cuando se busca ideologizar la educación, pues, lo que se logra es comprometer gravemente el destino de nuestro país
4.- El personal docente debe ser sometido a constantes cursos de mejoramiento profesional. Debe ser reactualizado científica y pedagógicamente. No conozco la calidad académica de los actuales “Maestros Integrales” que está promoviendo el gobierno nacional y con los cuales está sustituyendo a un alto número de veteranos y avezados docentes. Pero desde lejos, y analizando la posibilidad de que aquellos pueden trabajar en cualquier área, aunado al hecho de que egresan con apenas tres años de estudios superiores en “universidades” de dudosa solvencia académica e intelectual, ya podemos imaginarnos su nivel de preparación académica, científica y pedagógica. ¿Así se progresa? Así se busca el despegue económico y social de nuestro país? ¿Será que al gobierno nacional sólo le interesa estratégicamente formar un personal mediocre en todas las áreas del conocimiento cuya baja calidad profesional le obligue a buscar empleo exclusivamente en el sector oficial y así asegurarse una camada de electores venezolanos que le apoyan únicamente para conservar su puesto de trabajo?
5.- Por último, el factor por donde creo debe ser atacado este grave problema, si queremos rescatar o impedir el hundimiento definitivo de nuestro país, son “LOS PADRES Y/O REPRESENTANTES”. Este, con mucho, es el factor crítico del problema por ser el elemento más sensible; el que debe, en última instancia, decidir el destino de sus hijos y representados mientras estén bajo su responsabilidad o tutela. Para eso, hago un llamado a que los Padres y Representantes se involucren de veras en el hecho educativo. ¡Pero de veras! La Escuela comienza en nuestras casas. Si una persona deja la responsabilidad educativa y formativa de sus hijos solamente a la acción de los docentes, está forjando un estudiante mediocre y mal preparado, además de pobremente competitivo. El Padre debe dejar de ser el “amigo o compañero” de su hijo y retomar el verdadero papel de “PADRE”, CON TODAS SUS CONSECUENCIAS E IMPLICACIONES. ¡Si esto no ocurre, nuestro país camina rápidamente al precipicio!
¡¡Como imagino que un “PADRE” sabe de qué estoy hablando, doy por terminado el presente trabajo!!